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Cuando se trata este tema, es muy difícil proponer modelos comunes a todas las especies, ya que la cantidad y variabilidad morfológica existente entre ellas no permite generalizar con precisión.

Si bien la pauta inicial para elegir un protocolo de propagación a escala comercial es el porcentaje de enraizamiento logrado, los criterios finales para  la definición del mismo incluirán, además, los porcentajes de plántulas que sobrevivan y comiencen a crecer; adquiere, de esta manera, gran trascendencia la calidad final del producto obtenido.

Aun cuando no exista una definición exacta para planta de calidad y la misma involucre la subjetividad del observador, se pueden señalar ciertos parámetros cuantitativos, además de los estéticos (cualitativos) que, aunque no estén estandarizados, son perceptibles por el consumidor y se relacionan positivamente con un producto superior: sanidad, forma de la planta, número y tamaño de las ramificaciones, adecuada relación tallo/raíz, elevada tasa de crecimiento, especialmente, en las etapas tempranas posteriores a la rustificación y/o implantación, etc.

En todos los casos, las técnicas a utilizar deben ser sencillas y económicas, y la repetición de los resultados debe estar asegurada. Estas premisas permiten, frente a las crecientes exigencias de la demanda y a la mayor competitividad de los mercados, consolidar un perfil de productor exitoso.

El control de la calidad en la producción de plantas comienza antes de iniciar el  proceso de propagación con el manejo correcto de las plantas madres, de las estacas, de las condiciones  ambientales donde se encuentran  las camas o bandejas de enraizamiento, y del sustrato de  propagación.

Plantas madres

Con respecto al manejo de las plantas madres, hay que tener en cuenta que todos los factores relacionados con los caracteres de la planta madre y de las condiciones de su mantenimiento y cultivo influirán  en  la supervivencia y en la capacidad de enraizamiento de los esquejes. El primer requisito que deben cumplir los individuos seleccionados es responder al genotipo elegido y estar libre de plagas y enfermedades.

Al seleccionar el material se deben elegir los vástagos nuevos, en activo crecimiento, provenientes de plantas jóvenes o rejuvenecidas a través de podas. Los porcentajes de enraizamiento serán mayores y el proceso más rápido, lo que implica menor pérdida de calidad.

Las plantas madres deberían ser mantenidas en condiciones controladas, bajo media sombra, bien regadas y fertilizadas (se recomienda no utilizar material del campo). Deben realizarse tratamientos preventivos con fungicidas e insecticidas cuando las condiciones ambientales puedan ser adecuadas para la  proliferación de enfermedades o plagas.

Las plantas madres se deberían mantener en condiciones ambientales que preserven el estado vegetativo (manejo del fotoperíodo). Si bien en las especies fáciles de enraizar esquejes en estado reproductivo suelen enraizar, el proceso de enraizamiento es más uniforme. En las más difíciles, habría competencia entre destinos.

 

Se deberían elegir, a su vez, los momentos del año en los cuales el estado de las plantas se acerque al óptimo fisiológico. Ello ocurre en la primavera avanzada y en los comienzos del verano, cuando el largo del día y las temperaturas son adecuados para altos niveles de fotosíntesis con balances positivos de carbono.

Asimismo, las concentraciones endógenas de los reguladores de crecimiento son favorables al crecimiento (auxinas, citoquininas y giberelinas),  y son menores el ácido abscísico y el etileno. En lo posible, se recomienda realizar multiplicaciones seriadas. Se reutiliza el material juvenil que se obtiene en las podas de formación de material recientemente enraizado.

Estacas

La propagación a través de estacas de tallo requiere, solamente, que un nuevo sistema de raíces adventicias se forme, ya que los vástagos potenciales (las yemas) ya están diferenciados. En las estacas de raíz y de hoja, deben iniciarse tanto un nuevo sistema de raíces adventicias como los vástagos aéreos.

Una estaca es una porción de tallo, con por lo menos una yema que no posee órganos de absorción y pierde agua según la demanda ambiental, y las células que la componen deben mantener una adecuada turgencia para la iniciación y el desarrollo de primordios de raíz.

La pérdida de agua a través de las hojas puede reducir el contenido hídrico de las estacas  a un nivel tan bajo, que las mismas perecen. Asociados a la pérdida de agua, se observa pérdida de turgencia, disminución de la tasa fotosintética, amarillamiento y abscisión de las hojas.

Por ello, las estructuras desarrolladas para ser utilizadas en los sistemas productivos de propagación de plantas están diseñadas para mantener:
i) un ambiente con bajos déficit de presión de vapor, minimizando las pérdidas por transpiración;
ii) temperaturas aceptables para los procesos de regeneración que ocurrirán en la base de las estacas, evitando el estrés por calor de las hojas y la disminución de la tasa fotosintética; 
iii) niveles de luz apropiados para la fotosíntesis y producción de fotoasimilados, que serán utilizados en el mantenimiento de la estaca y en el desarrollo de raíces;
iv) disminución del efecto de los factores estresantes (vientos, alta insolación y temperaturas extremas).

La suplementación con auxinas, antes de la plantación en las bandejas o mesas de enraizamiento, aumentarán los porcentajes de enraizamiento, uniformidad y  calidad de las raíces formadas. Inmediatamente luego de la elaboración de los esquejes, la fotosíntesis disminuye. Por lo tanto, la presencia de hojas garantizará la síntesis de carbohidratos que serán utilizados en el mantenimiento del esqueje y en la inducción, el desarrollo y el crecimiento de las raíces.

De esta forma, el carbono de reserva podrá ser preservado y utilizado luego del trasplante, durante la rustificación, cuando las raíces formadas aún no son totalmente funcionales. Los esquejes enraizados deberían ser trasplantados antes que se produzca lignificación o crecimiento deformado de raíces (por ejemplo, enraizamiento en bandejas alveoladas).

Condiciones ambientales y sustratos

Durante el enraizamiento, el largo del día en la primavera y en el verano garantiza las horas de luz suficientes para el proceso fotosintético. Si bien es deseable mantener las estructuras de propagación bajo media sombra, esta debe permitir una calidad de luz con alta relación rojo/rojo lejano.

En el período del enraizamiento, los esquejes no demandan altas concentraciones de nutrientes. Por lo tanto, para evitar la competencia entre destinos (parte aérea versus parte basal de los esquejes), las fertilizaciones deberían realizarse solamente después del crecimiento de las raíces.

La calidad del agua (salinidad, pH, contenido  de residuos  orgánicos) debe ser controlada. Se deben preferir los sistemas de riego como el mist antes que los de fog o túneles, ya que los primeros lavan las esporas de microorganismos y disminuyen la temperatura de las hojas. Es importante controlar la frecuencia y duración de los riegos (en pleno verano pueden ser necesarios riegos  adicionales en los momentos de mayor temperatura). El primer riego (por la mañana) y el último (por la tarde) deben ajustarse cada dos o tres  semanas, y realizarse con luz solar. Las superficies húmedas muy temprano o durante la noche predisponen a que se desarrollen microorganismos saprofitos y patógenos, por lo que se debería incluir ventilación cenital o lateral.

Es muy difícil definir un único sustrato de enraizamiento, muchas veces, la elección de este se relaciona con el costo, la facilidad de encontrarlo en el mercado y las preferencias de la empresa. Pero dicho sustrato debería poseer la consistencia que sirva de anclaje a las estacas y raíces,  y  la porosidad suficiente y necesaria que garantice la retención de agua sin afectar  el drenaje y la presencia de oxígeno en la zona radicular. Asimismo, debería estar libre de patógenos, plagas o semillas de malezas.

Texto:Ing. Agr. Dra. Marta Divo de Sesar (Universidad de Buenos Aires)
Fotos: Economía & Viveros