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¿Cuándo florece?

Por Conrado Pakoca*

Controlar la floración es una de las metas del manejo de cultivos. Normalmente esta es precedida por un período juvenil que puede variar entre algunas semanas, meses o años, según la especie que se considere, durante el cual, los meristemas (puntos de crecimiento) producen hojas y tallo, y no adquieren el estado reproductivo, aunque las condiciones ambientales sean las propicias para ello.

Una vez transcurrido este, salvo excepciones, dichas condiciones determinan que el meristema deje de producir hojas y tallo, para producir flores. Existen numerosos factores y mecanismos que controlan el pasaje, estos guardan relación con el origen de la especie y las condiciones del hábitat en que ocurrió su evolución, y tienen como objetivo asegurar que la floración suceda cuando tenga la mayor probabilidad de éxito en la fecundación, fructificación y formación de semillas, para asegurar, así, la continuidad de la especie.

Como estímulo actúan las variaciones en el fotoperíodo (duración del día) o el nictoperíodo (duración de la noche), los cambios en la temperatura: la relación de temperaturas entre el día y la noche (amplitud térmica),  la secuencia de bajas temperaturas seguidas de temperaturas más altas durante períodos largos (vernalización), o esa misma secuencia en el transcurso de la noche y transición al día (DIF), la intensidad y la composición de la luz (relación rojo/rojo lejano, rojo/azul), o períodos de estrés, y combinaciones de estos; por ejemplo, no resulta igual si las variaciones del fotoperíodo se dan a altas o a bajas temperaturas, o con diferentes amplitudes térmicas.

Estos factores actúan sobre las hojas o sobre los meristemas, desencadenando reacciones que producen, o dejan de producir, compuestos complejos, que a su vez tienen efectos distintos en diferentes momentos, procesos que, en última instancia, interactúan con el ritmo circadiano  y activan, o silencian, determinados genes.

Las especies cultivadas son producto del mejoramiento que ha buscado, mediante técnicas clásicas como selección, hibridación intra e interespecífica, o mutaciones,  adecuarlas a las condiciones de cultivo. Durante este, en algunos casos, se controlan ciertas condiciones ambientales, como la temperatura y el fotoperíodo/nictoperíodo, de ello; un caso clásico es el crisantemo, aunque también existen técnicas no muy difundidas, que utilizan el control de la calidad espectral de la luz, como por ejemplo, adelantar la floración y alargar pedúnculos en cyaclamen, con una combinación de luz roja y azul producida por LEDs. También se puede intervenir en el cultivo con algunos de los compuestos, que naturalmente se producen, o no, en las mencionadas reacciones: caso de las giberelinas y las citoquininas, o etileno, modificando, así, el timing del desarrollo de la especie.

En el mejoramiento, es posible transformar las especies, esto es crear transgénicos, (OGM) logrando la sobre expresión de determinados genes, o la expresión de otros bajo determinados promotores, para modificar los períodos vegetativos y las condiciones en las cuales el OGM florecerá: algunos ejemplos son controlar el ritmo de floración mediante la introducción y expresión del gen del hipocótilo alargado tardío (LHY) de la Arabidopsis thaliana, reducir la altura y atrasar la floración mediante la expresión del gen NoGA2ox3 de Nerium oleander con el promotor 35S, gen que codifica enzimas oxidasas de las giberelinas, reduciendo la concentración de estas, o acortar el período juvenil en la Genciana mediante la introducción del gen Flowering locus T (FT) de  la Arabidopsis bajo el control del promotor rolC. A medida en que se avanza en la comprensión de la red de genes que intervienen, se abre camino hacia la alteración conveniente del “programa” original que gobierna la floración de los cultivos.

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