Para realizar una labor productiva, debe contarse con información específica y actualizada. También se requiere honestidad intelectual en la ejecución de dicha tarea. Es necesario llevar un registro de la actividad, de las condiciones en las cuales ésta se lleva a cabo y de los resultados. Por último, la ejecución debe controlarse y evaluarse. En la medida en que se cumplan estos requisitos, las diferencias se notarán en la calidad de la labor y, por consiguiente, en su resultado.
Pueden establecerse distinciones en la forma de ejecutar cualquier trabajo, pero el que se hace para lograr el control fitosanitario de un cultivo constituye un buen ejemplo: en éste, las diferencias en los resultados se hacen evidentes en muy poco tiempo.
Primer ejemplo: Centralizar la preparación de los caldos pesticidas y presurizarlos en una máquina única para todo un establecimiento integrado por módulos de igual cultivo, pero a cargo de distintos operarios, no corrige las diferencias entre los módulos en el grado de éxito del control de plagas y enfermedades, diferencias que, aún así, persisten. El pesticida más efectivo, si está mal aplicado, producirá resultados erráticos y deficientes.
Sólo impartiendo capacitación específica a los operarios en cuanto a la aplicación del asperjado, sumado al seguimiento y al control de la ejecución de dicha actividad, reduce esas diferencias.
Segundo ejemplo: La repetida aplicación de un pesticida que ejerce un buen control sobre una plaga o una enfermedad, sin efectuar rotaciones con otros pesticidas con principio de acción diferente, y sin tener en cuenta el ciclo biológico de la plaga o la enfermedad, terminará produciendo biotipos resistentes de éstas, y hará del pesticida algo completamente inútil. Incluso, cuando la aplicación del asperjado se efectúe de forma perfecta.
El mejor pesticida, si se utiliza desconociendo las implicancias de su modo de acción específico, en muy poco tiempo, perderá efectividad.
Tercer ejemplo: Articular el control fitosanitario, de manera exclusiva en la aplicación de pesticidas y no, en un manejo integrado, conducirá indefectiblemente, al fracaso del control cuando las condiciones ambientales favorezcan, en forma determinante, el desarrollo de la plaga o del agente etiológico de la enfermedad.
Si no se integran al control químico prácticas de manejo de cultivo, invernadero y ambiente, será imposible lograr que los daños producidos por estas adversidades se encuentren por debajo del umbral de daño económico en forma sostenible.
Todo trabajo, en cualquier punto de la cadena de valor de la floricultura, si no se hace bien, indefectiblemente, tendrá como resultado diferencias en la rentabilidad, que, casi siempre, serán negativas.
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