De vez en cuando, discutimos la idea de elaborar la planificación estratégica de nuestra empresa. Es una decisión compleja y envuelve muchas deliberaciones. En otros momentos, aparece la oportunidad de elaborar una agenda o una planificación estratégica para todo el sector de la floricultura. Y es, entonces, cuando el debate gana una nueva dimensión.
Tenemos una habilidad natural para planificar con detalle lo que no vamos a ejecutar; podemos usar para ello diversas metodologías. Después de semanas e, inclusive, meses de trabajo, tendremos un documento completo, complejo y consistente, que podremos mostrar a autoridades e interesados, y después archivar adecuadamente.
Entre los defensores de la planificación y los de la acción, encontraremos buenos argumentos para aplicar a cada lado; entre la mayoría de los empresarios del sector de floricultura, que tienen en general un perfil más práctico y son maestros en ejecutar con cuidado y no perder mucho tiempo en actividades que se presentan como poco productivas, predomina el placer por la acción y la búsqueda de resultados. Entre los técnicos y los tecnócratas, es más fácil identificar a los defensores de las planificaciones y de los elaborados estudios, que abrillantan currículos.
Yo prefiero la acción bien ejecutada (incluso, cuando es poco planificada), que la planificación primorosa sin ejecución. Y es en este sentido, que, considero, vale la pena reflexionar sobre lo que deseamos para nuestro sector. Cuáles son los cuellos de botella que aquejan a nuestros negocios y, principalmente, cuál es el grado de compromiso de cada uno en la búsqueda de las soluciones que tanto necesitamos. Sin el compromiso de todos y sin la participación efectiva para resolver los problemas del sector, no creo que las cosas puedan mejorar.
Para concluir, el protagonismo en cualquier plano de acción debe ser liderado por el sector productivo, que es el que sufre los efectos de años de errores y de políticas equivocadas, y el que debe tener el mayor interés en superar la crisis del sector.
Imaginar que sea posible transferir la responsabilidad de elaborar un proyecto para el desarrollo de la floricultura al sector público, parece un contrasentido. Desde la creación del Gosplan, en la antigua Unión Soviética, no ha habido buenos ejemplos de planificación pública que hayan dado buenos resultados.
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