Charlando  conmigo misma, me pregunté acerca de cuándo tengo la certeza de que necesito  hacer un cambio en mi profesión. Y en cuyo caso, ¿cómo realizarlo?                                       
                                          ¿Es  que habrá o no, algún pase mágico, que me lleve a conseguir mis metas sin el  temor a lo desconocido? Y, al mismo tiempo, ¿sabría reconocer mis deseos? 
                                          De  algo estoy segura: si trabajo, deseo dinero, mi dinero; contarlo, estimarlo y  gastarlo, ya sea que ahorre una equis cantidad o me consuma todo en lo que el  mundo llama vivir. 
                                          Ahorrar  y gastar son compañeros de ruta y no competidores entre sí. Cada quien ahorra  según ha aprendido a hacerlo, desde el cerdito gracioso de nuestra niñez hasta  operaciones bancarias, inmobiliarias, o, también, sumando estudios. 
                                          Ya  lo decían mis abuelos,  hay tres clases  de ahorro: el dinero, el estudio y los problemas. Al estudio lo advertirás en  el momento en que menos lo pienses, en el día a día o cuando un problema llegue  a tu puerta. Y ahorras los problemas al mantener la mente serena y la boca  callada, para abrirla en la ocasión adecuada. 
                                          Todas  nuestras vivencias, los pensamientos disparatados, tristes o alegres, así como  la mezcla de sensaciones, arman un gran collage, en el cual, el marco es el estilo de vida  que hemos elegido, y dentro está cada conexión que establecemos con toda  persona que tratamos, con la naturaleza misma. 
                                          Y  hacia allí nos dirigimos: el color del collage, las líneas, la conexión, el amor con el  que lo armamos nos darán la real dimensión de qué hemos hecho con nuestra vida. 
                                          Y  si creemos  que necesitamos un cambio,  demos un paso hacia un lado, miremos, construyamos sin destruir y permitámonos  ver que los cambios se dan cuando   nuestra vida necesita oxigenarse. ¿Cuál es el nuevo color que necesito?  ¿Por qué? ¿Qué diferente actividad, nueva amistad o distinta sensación  requiero? 
                                          No  hay que asustarse con los cambios, representarán una nueva pieza en el collage de nuestra vida. 
                                          Cuando  se es joven, el miedo a no ser aceptado marca las acciones; y de adulto, el  miedo a dejar de ser, hace que el temor al cambio frene toda realización. 
                                          Los  cambios pueden lograrse cuando conquistamos un espacio de transición, en el  cual estemos seguros mientras vamos evolucionando, desarrollándonos, ya sea en  la esfera personal como profesional. 
                                          Es  la acción, qué hacemos ante lo que oímos y vemos, lo que nos dará esa apertura  necesaria para cambiar.  
                                          Imaginemos  un foro de perfeccionamiento del sector al que pertenecemos, y que asistimos a  éste con los tres ahorros en mente; una reunión, en la cual alguien plantea  ideas, propone acciones y se espera que los presentes sigan las instrucciones  para el mejoramiento de la actividad… No es obligación responder, ni dejar al  desnudo nuestras ideas y nuestros saberes sobre el trabajo que obtuvimos y  mantenemos.  
                                          Ante  nuevas ofertas hay que escuchar y observar, llevarse el nuevo conocimiento y  colocarlo dentro del marco de nuestra vida, y analizar si lo presentado nos  desestabilizaría o no, y en tal caso, cómo, en qué sector, y si es para lograr  el crecimiento o no. 
                                          La  desestabilización no siempre es mala, al contrario, es un principio de acción.  
                                          En  el collage de nuestra vida, son muchas las ofertas que recibiremos para que realicemos  cambios, ya sea en nuestro negocio, en nuestras relaciones, en la elección de  un buen vino o, simplemente, en nuestra forma de caminar en el mundo 
                                          Hay  que evaluar la oferta sabiendo que, en definitiva, el cuadro es propio, y el  momento de hacerle una variación depende de cuándo se dé el tiempo que cada uno  tiene para realizarla.  |