Principiando el 2009, Lalic y Morandi lograron una buena recompensa por tantos años de trabajo arduo. Han logrado, finalmente —con retroactividad al 2003—, la patente de invención del Movilvap (implemento que tiene la virtud de realizar, de manera eficiente y cómoda, la desinfección de los suelos y sustratos con vapor de agua).
Esta historia comenzó cuando Lalic viajó, en la década de los 80, a California, y descubrió en la práctica la potencialidad del vapor de agua como desinfectante de los suelos. Tan intenso fue su entusiasmo que, de regreso en la Argentina, comenzó a utilizarlo en sus cultivos florícolas.
En ese momento, comenzaba a ponerse en el tapete el tema de los daños que provocaba el bromuro de metilo, ya que es contaminante y, por cierto, un potente destructor de la capa de ozono. Situación que crea la necesidad de encontrarle una alternativa viable para dejar de usarlo.
Por su parte, el vapor de agua no es contaminante y es muy efectivo para la desinfección de sustratos, además tiene poder insecticida y nematicida, así como también controla la emergencia de malezas, especialmente en el punto crítico del arranque del cultivo. Sin embargo, la dificultad de su uso radicaba en la engorrosa tecnología de aplicación.
Lalic ideó, con la ayuda profesional de Morandi (especialista en suelos y su actual socio), un implemento capaz de facilitar la tarea y hacerla más eficiente.
Así nace el Movilvap, un implemento de inyección que está montado sobre un chasis que tiene el ancho medio de las camas de siembra. Unos peines penetran en el sustrato y además protegen a los difusores de vapor que se encuentran detrás. El conjunto está preservado por una especie de carpa que puede actuar en movimiento. Hacia atrás, una larga lona de 20 m mantiene el calor en el tiempo necesario para un óptimo tratamiento. El vapor sale con una temperatura de 122 º C, y la temperatura mínima que se alcanza en la cama, hasta 20 cm de profundidad, es de 75 º C.
Se produce el desplazamiento de la maquinaria por medio de un malacate accionado por un motor eléctrico (60 cm por minuto), y el vapor de una caldera ingresa en el distribuidor.
Finalmente, esta creación efectiva y “amigable” es fruto de un arduo y apasionado trabajo.
La idea cobró impulso hacia el 2001, cuando la Argentina firmaba su adhesión al Protocolo de Montreal —acuerda la eliminación paulatina del uso de sustancias que afectan la capa de ozono— y entonces, con financiamiento de la ONU, se empiezan a recibir calderas productoras de vapor de agua y capacitación para desinfecciones alternativas.
Se procura la asistencia técnica de la Universidad Nacional de Rosario. Su Instituto de Física —IFIR— realiza estudios sobre temperaturas. Y la Facultad de Bioquímica testea la efectividad del implemento haciendo recuento de colonias en distintas profundidades del sustrato tratado.
También se realiza un acuerdo con el INTA, a través de su proyecto Tierra Sana.
La empresa Movilvap S.R.L. nace en el 2004, en ocasión de participar en una licitación internacional de la ONUDI (organismo perteneciente a la ONU), que posteriormente gana.
De esta manera, se acuerda con la Universidad Politécnica de Madrid (a través de Repsol IPF), su testeo, y los auspiciosos datos de efectividad son avalados por esta institución.
Actualmente, hay equipos vendidos en la Argentina, Brasil, España y Ecuador.
Ésta es, sucintamente, la historia del sueño de dos emprendedores que pusieron los pies sobre la tierra y lo transformaron en realidad
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