Leer las historias de los demás, las biografías ajenas, irremediablemente me llevan a verme escribiendo mi “autobiografía”, valga la redundancia. De sólo imaginarla leída por otros, me recorre una sensación de pedantería y soberbia, que me lo quita inmediatamente de mis proyectos pendientes.

Pero “charlar” de cosas anecdóticas me resulta más amigable, y accedo a comenzar a hurguetear en mis recuerdos. Por ejemplo, en esto de cuál fue mi primer trabajo.

Y resulta ser que lo que me parecía obviamente simple, se me transformó en una especie de guiso de imágenes. Entonces, trato de ordenarme, víctima de ese principio fundamental que me incorporaron a fuego en la ingeniería de mi carrera.

Saltan recuerdos... las exposiciones de la Asociación Hortícola Argentina en el predio de la Sociedad Rural de Palermo, idas de noche a hacer mantenimientos de maceteros en oficinas de dos empresas privadas en pleno centro de Buenos Aires, días en un casco del campo de un cliente cercano a Las Flores trasplantando palmeras Phoenix, instalando el sistema de riego por aspersión en Jardín de Paz antes que se inaugurara, regando los miles de Pyracantha que mi padre había sembrado y luego enmacetado, mis viajes a Santa Lucía para atender mis colmenas, los sábados detrás del mostrador en el negocio de venta de artículos de jardinería y piletas... ¡Basta! Acá paro con el relato. Sería demasiado tedioso seguir con todo lo que fluye.

Primer trabajo. ¿Será aquel en el que me pidieron alguna tarea concreta laboral o el que hice cobrando un primer sueldo u honorario? Es primer trabajo alguno de aquellos que con mis 8, 9 hasta los 13 años, mi padre o mi abuelo me pedían que hiciese en el vivero familiar (iniciado por él en 1910), lavando las macetas de “barro” (terracota), sacando yuyos entre los almácigos, regando dentro de los invernáculos (son sólo algunos ejemplos), o los que me ocupaban mis días completos llevando, coordinándole tareas al personal de jardinería de mis padres y trayéndolos de regreso de las obras, ya con 18 años cumplidos? Algo en común tenían todos: me divertían y me proveían de algún dinero para mis cosas.

¿O será que mis primeros trabajos podrían ser mis horas de ayudantía en Fisiología Vegetal con el Ing. Sívori o en Forrajicultura con el Ing. Madero, en la Facultad de Agronomía de la UNLP? Por éstos no me pagaban, pero también me divertían, y hasta me hicieron pensar en que iba a vivir en La Plata.

No sé. Tal vez mejor, vayamos a mis primeros trabajos realizados ya con mi título de Ing. agrónomo en mano.

Año 1973. En realidad, ya estaba trabajando en lo que hoy es mi vida laboral. Antes de egresar ya me había casado y estaba incluido en la empresa de mis padres, que desde 1958 diseñaban, remodelaban y construían parques y jardines. Precisamente eso es lo que hoy sigo haciendo, aun con mi padre como socio consejero. Y desde entonces, de eso vivo, criamos a los cinco hijos y ahora malcriamos a los nietos. Y me sigo divirtiendo.

Entonces, posiblemente eso de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, que suena tan dramático y como castigo divino, no lo ha de ser tan así. No se siente el “trabajo” como sinónimo de “yugo”, si lo que se hace se lo hace con placer.

En todos mis trabajos hubo algo de primero, por lo interesantes y llenos de nuevas posibilidades. Las siguen teniendo.

¡Gracias, VIDA! Siento que ahí, te estoy más que agradecido.

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