Mi primer trabajo fue el de empleado en la oficina de Sueldos de la Cámara de Apelaciones en lo Comercial (Tribunales de la Capital Federal). Corría 1980 y yo tenía 19 años. Estudiaba la carrera de Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires.
Si bien la actividad no estaba directamente relacionada con mis estudios, tenía una gran ventaja: su horario era de 7.30 a 13.30. Así podía cursar materias en el turno tarde o noche y me quedaba tiempo libre para los trabajos prácticos de la Facultad.
En este desempeño laboral, comprendí cómo es la relación de autoridad entre jefe y empleado. También, que la autoridad moral está por encima del "cargo"; es decir, si el empleado conoce su tarea y la realiza con seriedad y responsabilidad, gana el respeto de sus compañeros y, a veces, el reconocimiento de su jefe.
Al inicio, mi tarea fue la atención al público. Trataba de hacerla con la mejor disposición posible (para contrarrestar la conocida costumbre de la mala atención en las oficinas públicas). Después llegué a hacer liquidaciones de sueldos, que era la tarea de máxima responsabilidad en la Dependencia.
También, tuve otras actividades, a las que considero mis "primeros trabajos", porque requerían de nuevos desafíos y un modo distinto de trabajar.
Al recibir mi diploma de arquitecto (1988), decidí dejar el empleo de Tribunales y probar mis propias armas en la profesión. Comencé por diseñar y construir un loft en un antiguo departamento ubicado en Juncal y Ayacucho, para una prima que se estaba por casar. En ese caso, realicé lo que se llama "dirección ejecutiva de la obra", o sea, dirigir la obra de un proyecto propio más ejecutar la construcción de éste. Así, yo me desempeñaba como arquitecto diseñador, director y ejecutor de los trabajos. Entonces, aprendí a manejar los gremios, organizar las tareas, coordinar los tiempos, y conciliar intereses para que la obra llegara a término en las mejores condiciones posibles: tarea ardua, si se tiene en cuenta que, muchas veces, la calidad final de la obra iba en desmedro de mi propio bolsillo. Por ello, tuve que desarrollar una especie de "conciencia responsable", que me hizo sacrificar una parte de mi ganancia en favor de un mejor resultado de obra.
Tuve otro "primer trabajo" como paisajista, cuando mi actual socio, Carlos Thays, me invitó a trabajar juntos en el proyecto de parquización de la Casa de Ejercicios Espirituales de la Diócesis de San Isidro. Fue en 1993 y yo había cursado el Postgrado de Paisajismo en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, en donde Thays había sido mi profesor en la materia "Árboles". Recuerdo este trabajo con gran cariño, porque, a pesar de haber sido una tarea ad honórem, significó mi primera experiencia como diseñador de paisaje. Si bien yo, desde niño, ya poseía conocimiento de las plantas, y tenía buena experiencia en la plantación de árboles y arbustos como jardinero amateur, este trabajo fue el "bautismo de fuego" en mi carrera de paisajista. Allí aprendí diversos temas técnicos que, para mí, eran totalmente nuevos: hice una plantación de carácter "profesional", con cambio de tierra, tutorado, protecciones de liebre y hormiga, etc. También, desde el plano proyectual, fue una gran emoción poder concebir un espacio exterior definido exclusivamente con árboles y arbustos, y considerar al árbol como el gran estructurador de los espacios abiertos.
Tuve, asimismo, otros "primeros trabajos" como docente de Diseño Arquitectónico y docente de Diseño de Paisaje en la FADU-UBA, como ayudante de cátedra.
Hay algo más que quiero agregar y, recién ahora, pensando en esto, puedo hacerlo consciente: creo que todo trabajo nuevo es una forma de "primer trabajo". Al menos, así me pasa a mí. Todo nuevo trabajo es una experiencia novedosa, distinta de la anterior y promete nuevos desafíos y nuevas miradas.
Quisiera darles las gracias por hacer conocer los "primeros trabajos" de los profesionales. Considero que es una gran propuesta, para que todos los que comienzan sientan ánimo de luchar por aquello que su corazón les dicte, más allá de los aparentes fracasos y dificultades que se presentan en la carrera de la vida. Y, parafraseando al filósofo Romano Guardini, agregaría que en todo ser humano las experiencias vividas no pasan de largo en el tiempo quedándose detenidas en el ayer, sino que, al contrario, todo lo vivido nos acompaña a lo largo del tiempo, determinando nuestra manera de ser y de actuar. Por eso, el "primer trabajo", visto de este modo, se eleva como una gran gesta fundadora de nuestra personalidad y de nuestro presente.
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