Dentro de una cadena de producción, la integración lo es todo. Genera informaciones, interacciones, cambios y mejoras. Por esa razón, cuando un mercado se encuentra destruido, esa integración se rompe y sobreviene una desvalorización de la cadena del producto al consumidor final, del patrimonio de los participantes y, además, un aumento de los costos de la operación.
Muchas veces, debido al exceso de la oferta, se produce una interrupción en la cadena de confianza e impera la ley de Gerson. Ese escenario se desarrollará hasta que ocurra una innovación. Se llega hasta el punto en que el consumidor final desea algo más que el producto; él también requiere el servicio, el quiere más que el consumo: pide el contenido, pasa a necesitar más que la venta, desea relacionarse con la tienda.
Eso significa inversión y profesionalismo. Habrá que lograr negocios bien organizados para que puedan ser más resistentes a las crisis. Crear negocios y asociaciones entre proveedores y minoristas seleccionados, que permitan la ganancia de cuotas de paticipación en el mercado.
El productor está intentando agregar valor al producto, principalmente, a través de los envoltorios, pero está descuidando la clasificación de la calidad, el costo de comercialización y la estrategia del canal de ventas.
Sobre todo, carece de una adecuada clasificación de clientes con el fin de poder determinar cuáles son los mejores (¿quién compra más?; ¿quién paga más rápido?; ¿quién aporta información?; ¿quién comparte oportunidades?).
Los recursos son escasos, y, por lo tanto, las inversiones deben centrarse en el consumidor final, a través de los mejores puntos de venta.
Por ejemplo:
• Es común el caso de que un decorador tenga una gran reputación en la ciudad, gran movimiento, pero sea un pésimo administrador, y, por lo tanto, un mal pagador. Él necesita ayuda.
• También es posible que una tienda esté muy bien ubicada, posea un excelente flujo, pero no obtenga un buen nivel de ventas por m2, un razonable margen de ganancia o adecuados controles. Debe ser ayudada.
• Puede existir un empresario que no posea el mejor punto de comercio y sólo tenga un capital pequeño, pero a la vez, él sea muy activo. Debe ser ayudado.
En los últimos años, el número de empresas florícolas disminuyó. Y esta disminución fue y es drástrica para el proveedor:
• Obliga a tener otros canales de venta y distintos productos con un mayor valor agregado.
• A la vez, requiere una logística más eficiente.
• Determina la creación de un nuevo escenario para tratar con los clientes.
• Asimismo, a centrarse en la importacia de la atención al consumidor final.
• Obliga a la innovación.
• Requiere la clasificación y estandarización de la calidad de los productos.
• Guía hacia la asociación con otros productores a fin de obtener una oferta única y realizada en conjunto.
• Conduce al “ataque” local y a la busqueda de mercados distantes.
Pero es difícil para un productor realizar todo eso solo, aisladamente. La crisis ha afectado la competencia, y “el canibalismo” complica la asociación. Pero sin ésta, no se logra la unión necesaria para que el esfuerzo se consolide y pueda llevarse a cabo una acción como la que se requiere.
Piense a nivel local y actúe en el plan global, planee una micro- cadena. Reúna a un pequeño grupo de productores dispuestos a trabajar en conjunto para atender a un pequeño número de tiendas. Innove más, reduzca los costos innecesarios y cree más facilidades para esos clientes.
La fuerza se encuentra en el grupo.
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