Al respecto, entrevistado por Crítica Argentina, Edgardo Lalic, productor de gerberas, alstroemerias, rosas, lisianthus, claveles y crisantemos, dijo: Hace tres generaciones que nos dedicamos a la floricultura. Mi abuelo y mi padre enfrentaron tres tormentas fuertes en toda su vida. En cuatro años, yo sufrí tres temporales que me destrozaron todo.
Por otra parte, al referirse a los daños estructurales, señaló: Si quiero salvar algo tengo que cambiar doscientos rollos de polietileno. Cada uno cuesta $570. Sólo en plástico tengo que desembolsar $114.000.
Al mismo tiempo, esta realidad también se extendió al resto de los productores de la zona de Rosario y de Pérez. Eduardo Casella, uno de los coordinadores del mercado de flores de Pérez, espacio que centraliza gran parte de la producción y comercialización (y en donde a su vez, en septiembre, se realiza la Fiesta de la Flor), indicó que la tormenta de los primeros días de febrero destruyó casi novecientos invernáculos y provocó pérdidas totales en lo que concierne a estructuras y producción.
Desde la esfera Estatal, el intendente de esa ciudad, Darío Corsalini, alertó: El ochenta por ciento (80%) de los cultivos de flores fueron arrasados. No sé si esta vez se podrán recomponer. El Gobierno provincial colaboró después de la pedrea con créditos blandos y subsidios, y ahora es probable que haga lo mismo. Pero esto significa un aporte mínimo. Aunque se intente, los aportes no llegan a brindar una solución total.
Casella y Lalic coinciden. El clima arrasó con los cultivos y, también, con el ánimo de los productores: Ya nadie quiere seguir en esto. Y es lógico. Hace veinte años había más de 115 productores. En 2006, lograron mantenerse unos 45 y, ahora, sólo quedan 20. Después de esta tormenta quedarán sólo cuatro o cinco.
Y teniendo presente que después de esto, según informan, gran parte de los productores tienen en mente abandonar la floricultura, incentivados por el hecho de que las tierras próximas a la zona de Rosario han adquirido un alto valor, éste parece ser el triste destino de la floricultura, en esta parte del país.
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