Según los datos de dos relevamientos realizados en 2001 y 2003, en el sector florícola de la Argentina, existen alrededor de 1300 productores, que cultivan flores denominadas de corte (en venta en florerías y puestos de flores) en un 42%; plantas ornamentales en maceta en un 44%, y finalmente, arbustos y árboles en un 46%. Si bien algunos productores se dedican a más de un rubro, los de flores de corte son la excepción, al dedicarse exclusivamente a este cultivo en su gran mayoría.
Como ocurre en otros países, la floricultura nace alrededor de las grandes ciudades en donde se encuentra el principal centro de consumo. De allí deriva la importancia de Buenos Aires como lugar geográfico de producción, abarca el 60 % de la superficie cultivada en el ámbito nacional (casi 1700 ha), según los datos del Censo Nacional Agropecuario 2002.
Además, el Gran Buenos Aires y sus alrededores se convierten en el principal centro distribuidor y productor de plantas de la Nación. Buenos Aires es la que marca las tendencias productivas con las especies a cultivar así como con las técnicas y tecnología a utilizar.
Producir plantas y obtener un producto de calidad no es tarea sencilla. Las plantas son seres vivos y su ciclo biológico y de producción no admite descansos; son los productores los encargados de darles cuidados de lunes a lunes. Por esa razón, gran parte de ellos vive en los lugares de cultivo y se dedican full time a la tarea de producir, incluso, ayudados por otros integrantes del grupo familiar.
En el ciclo de producción intervienen muchos factores que si no se los controla pueden hacer que el productor pierda tiempo y dinero.
El clima es uno de los factores fundamentales. Debido a ello, los cultivos de plantas y flores en general se realizan bajo invernaderos, y dependen de la adaptabilidad de las especies al clima de las diferentes zonas (ocurrencia de heladas, granizo, temperaturas muy bajas o excesivamente altas, entre otros factores). Sólo la producción de arbustos y árboles se realiza al aire libre, asistida con riego artificial (aspersión).
Otro factor importante es el manejo de cultivo. Cada especie posee diferentes necesidades nutritivas, de sustrato, de riego, control de plagas y enfermedades que las atacan, más a unas que a otras, y el productor debe saber dirigir toda la producción en su conjunto. En el manejo de cultivo, interviene el cuidado diario de la producción, como el riego, el control de plagas y enfermedades, un programa de fertilización, la preparación del suelo para las flores o del sustrato para las plantas en maceta, entre otros. A las flores de corte, hay que adicionarles todo el cuidado poscosecha ya que una vez cortadas, sus cuidados aumentan.
Como toda actividad que crece con el tiempo, la floricultura se ha especializado tanto en la forma de producir como así también en los productos finales que de ella se obtienen. Debido a que cada etapa de producción exige cuidados, inversión y tiempos diferentes, existen productores especializados en la fase de propagación inicial del cultivo: la nursery de las plantas. Ellos son los encargados de proveer de semillas germinadas al productor. Gran parte de éstas son traídas desde el exterior, de empresas semilleras internacionales; de países como Holanda, EE.UU. y Japón. Se garantiza así la calidad en el producto final que llega al consumidor.
La experiencia en el manejo de ciertas especies ha generado que algunos productores se dediquen sólo a una o a dos especies en particular, las cuales tienen asegurado el mercado local por su consumo masivo y/o precios diferenciados. Es el caso de los “roseros”, expertos en cultivar rosas, y los productores de orquídeas, a modo de ejemplo. También hay especialización en rubros tales como plantas de interior, plantines de temporada para jardín (florales en maceta), arbustos y árboles...
Y así como desde hace largo tiempo, las plantas no tenían precio ya que tradicionalmente se regalaban plantines de nuestro propio jardín a vecinos o parientes, las épocas cambiaron y ahora se puede acceder a ellas a través de una mayor variedad y calidad en los lugares de venta, a un precio razonable. Cuando a veces, como consumidores, pensamos que una planta es cara, en realidad no estamos reconociendo todo el esfuerzo y el tiempo que hay detrás de una planta o una flor. Algunas especies, como por ejemplo las coníferas y las arbustivas, necesitan de un ciclo productivo mínimo de un año y medio calendario para alcanzar la venta en una maceta pequeña.
Además, muchos de los insumos usados para producirlas, desde las semillas hasta los agroquímicos, son de origen importado, lo que encarece la producción. A su vez, hay que tener en cuenta el costo del personal que, al ser una actividad intensiva en el uso de mano de obra, es significativo.
Como vemos, la belleza no es sólo obra de la naturaleza. Cuidar nuestras plantas como saber cultivarlas es un aprendizaje. Y eso sí, admirar su belleza natural no tiene precio alguno. |