Al publicitar, al hacer una propaganda, estamos comunicando que poseemos un producto y que, a su vez, hay personas que lo requieren o pueden llegar a necesitarlo. Pero comunicar es algo más que colocarnos en algunos medios gráficos (diarios, volantes, revistas, cualquier medio que use papel), o en medios audiovisuales (radio, cine, Internet, etc.).
Existen dos tipos de comunicación por las que el cliente y el vendedor tomarán contacto: la digital y la analógica.
Llamamos comunicación digital al uso de las palabras de un idioma (cada lengua emplea diferentes palabras para designar lo mismo, por ejemplo, en inglés usamos tree para designar lo que en castellano llamamos árbol), mientras que aquello que no es verbal es comunicación analógica, en sí, los gestos, el ruborizarse, el tono de voz, las miradas, la ropa que elegimos, los dibujos, los colores que utilizamos.
La forma en que nos comunicamos debe estar basada en que el emisor (el que envía la publicidad) y el receptor (a quien va dirigida) conozcan la cultura en la que está inmerso el otro. Un abrazo, un apretón de manos, un afiche, un color, deben ser entendidos por ambas partes por igual. Por ejemplo, hay estudios que enseñan que las personas criadas en zonas rurales necesitan un mayor espacio personal (mientras que para saludar, quienes viven en la ciudad dan un paso hacia adelante, las primeras permanecen con los pies apoyados en el suelo y se inclinan hacia adelante para estrechar las manos).
Entonces, podemos decir que, por ejemplo, un producto, además de ser publicitado en los medios gráficos, lo será por:
• El modo y el lenguaje con el que los miembros de la empresa atienden al cliente.
• El tiempo que un cliente espera para ser atendido.
• La respetuosidad del empresario hacia sus empleados, familia y clientes.
• La calidad del producto por vender.
Es importante que el público desee comprar en la empresa, porque valora el trabajo que se realiza en ella. Como importante también es que las empresas comprendan los requerimientos del público -sus necesidades-
En general, se observan dos juegos de ventas: un juego sucio y un juego limpio.
Hay juego sucio, por ejemplo, cuando:
• Publicitamos una determinada mercadería que no existe en el lugar, y luego decimos ante el cliente: “Se terminó, ya no queda, pero tengo…”.
• No se valora al cliente en sus requerimientos; observamos esto cuando se desacredita una mercadería por no tenerla, para colocar otra que casualmente sí se tiene.
• Se publicita una planta y se aprecia en ella que está sana y limpia, pero al ir a buscarla, la realidad muestra que no se le hace honor a la publicidad: se encuentran desde macetas rotas y sucias hasta plantas enfermas.
• Se venden flores y algunas de ellas no resisten la llegada al florero.
Hay que ser leal al cliente y no vender aquello que lo hará sentir mal.
Por otro lado, el juego limpio también es visto a través del trato que recibe el consumidor:
• Al encontrar vendedores que brindan buenas sugerencias.
• Al encontrar vendedores que se preocupan por brindar una solución al problema que el cliente presenta.
• Al encontrar vendedores que no compiten entre sí.
• Al encontrar que la publicidad enseña lo que realmente se está vendiendo -si dice: “gran variedad de plantas”, efectivamente, hay gran variedad de plantas y no sólo las más populares-.
En síntesis, para obtener un negocio más eficaz sería aconsejable:
• Tomar cursos de capacitación en atención al cliente y trabajo en equipo (los cursos de desarrollo personal y programación neurolingüística orientado a las ventas son una excelente alternativa).
• Que los integrantes de la empresa tengan los roles perfectamente definidos (quién vende, quién se encarga del mantenimiento de las plantas y flores, quién se encarga de las tareas administrativas, etc.).
• Y finalmente, recordar preguntarse periódicamente: ¿Qué encontrará el cliente? ¿Será algo mejor de lo que vio la última vez?; ¿hemos crecido? o ¿estamos siempre igual? |