Presenta: Francisco da Ponte Cavaco (58), Floricultor
Cultivamos en Moreno (Buenos Aires) desde hace, aproximadamente, cincuenta años. Cuando todo comenzó, esto era una quinta de verduras a cargo de mis padres (inmigrantes portugueses); llevaban las verduras cultivadas con carro a caballos para venderla en José C. Paz, como otros tantos, de Moreno.
Fue a los 17 años, junto a mis hermanos, cuando probamos con la flor de corte: un poco de gladiolo y copete, hasta que nos especializamos hace 16 años en el cultivo de clavel.
Algunas buenas rachas alternaron con otras no tan buenas, y el trabajo en el cultivo pudo combinarse con el transporte de flores de los productores de la zona a la Cooperativa Argentina de Floricultores; es decir, llevábamos también las flores de los otros productores y les cobrábamos el flete de acuerdo con la mercadería que mandaban.
La nuestra es una historia familiar basada en el trabajo y en la división de funciones: un hermano a cargo del cultivo y otro, en el mercado, con la responsabilidad de la comercialización.
Actualmente, la historia continúa con una tercera generación, un poco insegura de seguir porque estos últimos años no fueron para nada buenos. Aunque ellos cuentan con el sostén de la experiencia y el conocimiento de un trabajo que llevan en la sangre.
Cuando nos preguntan qué hubiéramos hecho si no nos hubiésemos dedicado a esto, muchas veces nos quedamos sin palabras. Pero cuando me preguntan: “¿Cuándo empezó, Francisco?”, respondo: ¿Cuándo empecé? Si cuando tenía cinco años ya iba a juntar calas con vecinos; a regar en la quinta, con mi viejo, iba de chico también; tendría cinco o seis años, cuando empecé…
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