Las pasiones que despierta el debate entablado entre quienes opinan que hay que utilizar plantas nativas y quienes optan por las exóticas hacen que en la discusión se acabe perdiendo un poco el sentido común, y que, con ello, todos terminemos perjudicándonos.
En los proyectos de paisajismo, se nos presentan varias alternativas, y uno de los elementos que tiene un peso determinante a la hora de seleccionar las especies que se van a utilizar es la localización geográfica del jardín. No sólo desde el punto de vista del clima y de las condiciones edafoclimáticas, sino también si se trata de un jardín urbano o de un proyecto localizado en una zona rural.
El mercado de flores y plantas, al mismo tiempo que está constantemente abierto a novedades y oportunidades, tiene un comportamiento extremamente conservador: la mayoría de las plantas que utilizamos son las mismas desde hace décadas, y, si nos concentramos en las diez más comercializadas, veremos que con pequeñas variaciones se mantienen las mismas desde hace casi 50 años.
Las condiciones urbanas —sea por la polución del aire en las grandes ciudades o por la limitación de suelo o de agua— hacen que los profesionales ya hayan identificado cuáles son las especies que mejor se adaptan a esta situación fuertemente limitante. No sólo los paisajistas, sino también, los jardineros y los viveristas, han dirigido sus selecciones para las especies de mejores resultados.
Ahora surge, con fuerza, una corriente que busca introducir nuevas especies en el paisaje urbano a la vez que reproducir o recuperar los paisajes naturales, pero sin considerar que las condiciones han cambiado. La idea de proyectar o reproducir, en pequeños espacios, sin escala adecuada y sin valor medio ambiental, réplicas de paisajes naturales, cae en lo folclórico y compromete una idea importante: la de valorizar la flora autóctona integrándola en los nuevos proyectos.
Sin radicalismos, pero entendiendo que no porque sea autóctona es mejor, o no porque sea exótica no sirve. Si el sentido común prospera y se impone, tendremos jardines con una flora más variada, con un lenguaje vegetal más rico, con colores y texturas más intensos, y estaremos contribuyendo a la preservación de nuestra biodiversidad.
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