La diferencia entre una fotografía adecuada y una excepcional, al aire libre, no se da tanto por el equipo que se utilice, sino por la tarea del fotógrafo, más claramente, se relaciona con la elección del sujeto, la luz y la composición.
Los buenos diseñadores de jardines son artistas, que trabajan con vida y materiales hechos por el hombre. Es relativamente fácil, para el paisajista, lograr buenas fotos, porque su ojo está entrenado en encontrar la armonía.
A su vez, el trabajo específico del paisajista se ve facilitado con el amplio uso de la fotografía. Como fuente de inspiración, es posible registrar lugares que impactan y es también aliada, a los efectos de recabar datos que luego serán aprovechados en los diseños, como las combinaciones de forma, época de los distintos colores de follaje y de floración, etc. Lo que antes era engorroso — por ejemplo, crear planillas y volcar datos, tales como fechas, floración, brotación de las distintas zonas— ahora queda documentado con fecha. Esto facilita el arduo trabajo de recordar las incontables variaciones que suceden en una misma especie durante las estaciones y, además, la simultaneidad de combinaciones que se producen.
En el proceso mismo de diseño, la fotografía es utilizada para retratar el lugar, antes de su intervención, y así obtener un testimonio absolutamente objetivo: se detectan aquellos detalles que luego habrán de ocultarse, y elementos para valorizar, que en ocasiones, al estar en el lugar —frecuentemente atiborrado de elementos de construcción o de vegetación—, no se perciben con claridad. Mas adelante, sobre esas mismas fotos, se ensayan composiciones, con papeles transparentes sobre las copias, como siempre, o directamente, en forma digital.
Para que esas fotografías previas se tomen eficazmente, hay que tener el recaudo de respetar un plan de acción, a fin de no perder detalle y de que la referencia no se convierta en un rompecabezas difícil de ensamblar. Primero, hay que concentrarse en tomar vistas generales. Si se trata de un patio o de un jardín pequeño, puede obtenerse —ubicados desde el extremo de acceso y luego desde el límite posterior— una toma panorámica o sacar varias fotos que luego habrán de ensamblarse. En este último ejemplo, la tarea es más fácil si se usa un trípode, ya que la cámara sólo ha de moverse a nivel horizontal. Por lo demás, hay que concentrarse en tomar puntos de referencia en los extremos de cada toma, para que el barrido sea completo.
A continuación, se avanzará para fotografiar el sitio, y se captará, con mayor proximidad, la fisonomía del lugar.
En el caso de que haya ventanas que dan al jardín, es bueno ubicarse desde el interior y fotografiar el espacio que verán los habitantes, especialmente en otoño e invierno, que son las épocas en que la vista, a través de las aberturas, cobra generalmente, más importancia que el diseño general. Conociendo el ángulo de vista, es posible dedicar a la zona una composición especial. Las terrazas y los balcones son también puntos estratégicos para obtener el espíritu del sitio, desde otra perspectiva.
Mientras la calidad de las imágenes previas tiene relativamente poca importancia, ya que generalmente son de uso personal, las que se mostrarán sobre jardines reales, a los potenciales clientes, deben ser óptimas. En este caso, hay que centrarse en los ángulos más logrados, las mejores composiciones, en el momento justo de máxima belleza, con la mejor luz y cuando el mantenimiento es impecable. Ocurre que muchos jardines pueden ser encantadores (por sus perfumes, sonidos, etc.), pero como en el retrato aparece sólo lo visual, este aspecto debe ser exaltado. |