El éxito de la producción y del manejo de plantas de calidad, cultivadas en un contenedor, requiere fundamentalmente, del entendimiento de las condiciones del ambiente de la raíz. En una maceta, el volumen de exploración del sistema radical es limitado y está expuesto a rápidas fluctuaciones del ambiente.
Se genera, por lo tanto, la necesidad de minimizar los factores de estrés que puedan afectar al cultivo. Para ello, se requiere de técnicas de manejo que consideren la forma y el tamaño del contenedor, el volumen y la calidad del riego, la fertilización y el tipo de sustrato adecuado para proveer al cultivo del soporte, de la retención de agua y los nutrientes necesarios.
En torno a la elección del contenedor, se deberán tener en cuenta los siguientes aspectos:
Tipo de material. Si bien en los comienzos del cultivo fuera del suelo, se utilizaba el barro cocido, el material más empleado en la actualidad es el plástico (polipropileno, poliestireno y/o polietileno), que se difundió con rapidez, principalmente por el bajo costo y por su practicidad para el almacenamiento, duración, diversidad de formas, colores y densidades (con mayor o menor rigidez). También es frecuente la utilización de envases de papel, turba compactada y fibras de coco, en los cuales la duración de vida es limitada y se degrada con facilidad después de la plantación.
Color. Es generalmente un elemento estético, sin embargo, a veces incide directamente, sobre la temperatura del sustrato contenido. En el caso de cultivos expuestos al sol, las macetas negras elevan más su temperatura respecto a otras de colores más claros, lo cual puede ser perjudicial para los sistemas radiculares, ya que restringe su crecimiento.
Geometría. La forma de la maceta tiene gran importancia en la gestión del cultivo. La existencia de un gradiente de humedad, de arriba hacia abajo, en los recipientes hace que la capacidad de retención de agua esté relacionada con la forma del envase. Es decir, que la capacidad de retención de agua será tanto menor cuanto mayor sea la relación altura/diámetro. La utilización de una forma troncocónica supone una disminución del porcentaje de sustrato húmedo en el fondo del recipiente, en relación con el sustrato más seco de la parte superficial. Por lo tanto, en este caso, la retención será ligeramente menor que en un recipiente de forma cilíndrica.
Orificios de drenaje. Es un aspecto importante a tener en cuenta, ya que la obstrucción de dichos orificios podría producir falta de oxígeno en el ambiente de la raíz (anoxia) y, si se mantiene por tiempos prolongados, la consecuente muerte de la planta.
Los contenedores deben tener una o más perforaciones de drenaje en el fondo, para que el excedente de agua de riego sea drenado. Estas perforaciones deben ser tan grandes como sea posible, pero sin que se produzca la perdida de sustrato en la operación de llenado.
Las raíces crecen por lo general alrededor de los orificios de drenaje, y con su acción eventualmente se podría producir el taponamiento de los mismos, en el caso de que éstos sean de tamaño reducido.
Otra función importante de los orificios de drenaje es forzar al sistema de raíces a una poda aérea, cuando ésta alcanza el fondo del contenedor, siempre que se asegure una corriente de aire bajo el contenedor.
Es de gran importancia conocer el diseño de los contenedores en el momento de comprar grandes lotes para cultivo. Según el tamaño, se deberá observar que los orificios sean lo suficientemente grandes, estén distribuidos con uniformidad y tengan el tamaño apropiado.
Factores genéticos. En este aspecto, tiene incidencia el hábito de la especie a cultivar, puesto que las arbóreas, por ejemplo, requieren mayores envases que las arbustivas y las herbáceas. Asimismo, debe tenerse en cuenta el tipo de sistema radicular; en plantas de raíz pivotante, en general, se utilizan envases de mayor altura que diámetro, mientras que en especies de raíces ramificadas, los valores de altura y diámetro del envase deben ser más parejos.
Sistema de producción. Aquí, el tamaño del contenedor varía según la etapa productiva en que se encuentre el cultivo, por ejemplo: de propagación (el tamaño será reducido, celdas de 10 a 60 cm3), de cultivo (tamaños entre 0.45 a 20 litros), de venta (tamaños entre 0.45 a 20 litros y formas más estéticas).
Si bien a simple vista, esta metodología conlleva un incremento en los costos de producción, éste puede verse compensado debido a las múltiples ventajas encontradas a la hora de cultivar en maceta; por ejemplo:
- Mejor control del crecimiento y homogeneidad de lotes en cultivo.
- Para un mismo tamaño de plantas, menor peso en las cultivadas en contenedores que en las cultivadas en cepellones o terrones. (Beneficio que incide directamente en el movimiento de lotes dentro del cultivo y en los costos de transporte).
- Posibilidad de venta a lo largo de todo el año, sin riesgos de mortandad en el trasplante, ya que mantiene un cepellón firme. Tanto en épocas tempranas como tardías.
- Mejor presentación del producto final.
- Permite administrar más eficazmente los costos de sustratos, riego y fertilizantes demandados en el ciclo del cultivo.
- Posibilidad de evacuación rápida de las aguas de riego en exceso.
- Menor incidencia y proliferación de enfermedades.
La tecnología del cultivo en macetas llevó a los fabricantes de éstas a evitar ciertos problemas antes mencionados. A tal efecto, diseñaron canales o rebordes en la base del contenedor con el fin de que los orificios no tengan contacto con las superficies de apoyo, o colocaron dichas aberturas en la parte lateral inferior del contenedor, evitando, así, una posible obstrucción, como también el diseño de propiedades que no permiten el crecimiento espiralado de las raíces.
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