Existe la necesidad de una ética que marque un camino para quienes propagan información.
El hecho de no tener información real atenta contra una vida sana. La claridad y la verdad, en los contenidos, es la savia que nutre al sistema, ya sea que hablemos de países, empresas o familias.
Cuando la información que se vierte es falsa, es como tomar un medicamento vencido, nos intoxicamos.
En la sociedad, la noticia más veloz va transportada por el rumor, de boca en boca, y siempre distorsionada. La información formal no tiene la eficacia, en su llegada, como la producida por el chisme y el rumor.
La primera noticia es siempre la que vence, no importa qué desmentida se formule o qué se diga después, porque siempre nos quedará el impacto recibido. Esa impresión, que nutrió nuestros sentidos y se grabó en nosotros, será muy difícil de olvidar.
A veces, por aburrimiento; otras, por celos, rencores o por estar en la cresta de la ola con la información más fuerte e impactante, y también por tantos otros motivos, alguien hace correr un rumor.
Las consecuencias de dicha murmuración traerán, según el momento social, emocional o de trabajo que se esté viviendo, un manejo diferente en la recepción y en la respuesta.
En las empresas suele suceder, por ejemplo, que cuando el rol de alguno de sus integrantes se pierde, se desdibuja, comienzan las acciones inadecuadas.
Si alguien que no está conforme hace correr un rumor, esa bola de nieve, que se justifica a sí misma, va aplastando, en algunos casos, motivaciones, alegrías y compañerismo.
Por lo menos, el rumor malintencionado tiene el poder de cortar, de raíz, el crecimiento social, familiar y educacional de la persona que se ha visto involucrada en él. Se configura un círculo violento en el cual nada se podrá cambiar ni mandar al olvido.
Dentro de una empresa, sea la que sea, hay que definir los roles, todos deben respetarlos y, ante una duda, se debe ir a la fuente primaria de la información.
Cuando una noticia transita por varios sitios ya no llega pura, lo hace con la impronta de todo aquel que la hizo avanzar.
Hay que arriesgarse a buscar la verdad, sin dudar. Considero que el premio es grande: saber la verdad, dejar de lado la mala intención hacia el otro, los rumores. Es un ejercicio de madurez valiosísimo.
Sabiendo que el rumor es, en realidad, desinformación, cada persona deberá preguntarse: ¿Cuál es y dónde está la verdad que me escondieron? |