El agua es el componente mayoritario de la planta (80-90% del peso fresco de las plantas herbáceas y más del 50% de las partes leñosas). Constituye el medio en el cual tienen lugar todas las reacciones bioquímicas; es responsable de la absorción de los nutrientes minerales, interviene y posibilita el proceso fotosintético al permitir el intercambio gaseoso entre la planta y el ambiente, y también, es responsable de la distribución de los minerales y las sustancias orgánicas sintetizadas a todos los órganos de la planta. El agua además, actúa como regulador de la temperatura de la planta a través de la transpiración y, con ello, permite el funcionamiento de los sistemas enzimáticos y la mayoría de los procesos metabólicos. Debido a estas razones, al no existir algún otro factor que actúe como limitante, los mejores resultados se logran al optimizar la disponibilidad hídrica durante todo el ciclo del cultivo.
El agua en el suelo o sustrato se encuentra retenida en los espacios porosos con diferentes tensiones; de acuerdo con ello se la clasifica en: agua gravitacional —agua que se infiltra por gravedad y se pierde del horizonte de suelo explorado por las raíces—; agua disponible para los vegetales —retenida dentro del rango de capacidad de campo y punto de marchitez permanente—: agua capilar, no disponible para la planta —retenida a tensiones superiores a la capacidad de absorción del sistema radical— y agua combinada.
La cantidad de agua útil o utilizable por las plantas es variable según las características del suelo y/o de los sustratos. Los suelos de granulometría fina —franco arcillosos— retienen mayor cantidad de agua que los de textura gruesa —arenosos—. A mayor contenido de materia orgánica, independientemente de la textura, mayor retención de agua útil. Esta información, junto con el conocimiento de la capacidad de captación y velocidad de infiltración del agua en el suelo o sustrato, requerimiento hídrico de la planta y del ambiente, constituyen factores a tener en cuenta para la adopción de un correcto manejo del riego.
Las plantas gastan energía para absorber agua y nutrientes, mayor cantidad de energía a medida que la tensión del agua en el suelo aumenta; es decir, a medida que el contenido de humedad se aproxima a su punto de marchitez permanente. La llave para obtener los mejores resultados es mantener un contenido de humedad que signifique menor gasto energético en el proceso de absorción, de forma tal que la mayor proporción de la misma sea utilizada para el crecimiento y desarrollo de la planta.
En las regiones húmedas, en cultivos al aire libre, el agua requerida es abastecida, total o parcialmente, por las precipitaciones; sin embargo, en cultivos intensivos y, sobre todo en contenedores, para lograr producciones de calidad, deben realizarse aportes suplementarios de agua a través de diferentes sistemas de riego, variable según las características de producción y de explotación. En las producciones bajo cubierta, la totalidad del agua requerida por la planta es suministrada a través del riego.
En cultivos a campo, el agua se distribuye superficialmente —por manto o surco—, por aspersión o sistema de goteo. Cuando el cultivo se conduce en contenedores, el riego se realiza manualmente con manguera, por medio de aspersores de distintos tipos o por sistema de goteo.
En cultivos bajo cubierta, generalmente se recurre al riego por goteo o por surco, en menor medida, por aspersión, salvo en la producción de plantines.
En el riego, es imprescindible conocer las características del agua disponible, grado de alcalinidad, salinidad y posible contenido de elementos tóxicos —sodio, cloro y boro—; ya que de ella dependen el manejo del suelo o sustrato, de los cultivos y del riego necesario para obtener una producción de calidad y que sea sostenible a través del tiempo.
En la región costera noreste de Buenos Aires, Gran Buenos Aires y Gran La Plata, la mayoría de las muestras de agua analizadas manifiestan distintos grados de limitaciones para su uso en riego. Agua medianamente a alta alcalinidad, baja, media a alta salinidad que, en ciertas situaciones productivas, obligan a uso de agua de lluvia y/o desmineralizada pura o mezclada en distintas proporciones con el agua de pozo. |