Liliana Falco: El mercado de plantas anuales (plantines) presenta dos picos de venta: el primero, durante el otoño; y el segundo, en primavera. Este último es más importante por el volumen de ventas y porque, en general, es el que genera fondos extra para la realización de inversiones. En esta instancia, las preguntas a responder son: ¿cómo fue este año?, ¿cuál de todas las especies tuvo mejor aceptación? y ¿cuál o cuáles no?
En nuestro caso, el cultivo cuenta, como herramienta para definir su programación de siembra del año entrante, con estadísticas de ventas (desde hace muchos años); por lo cual, al menos dos veces al año, se las analizan. Pero al finalizar las ventas del Día de la Madre, se da el momento en que se planifica la producción para el siguiente año. Esta información permite definir qué estación requiere nuevas “estrategias” en término de novedades o cuánto deben modificarse los volúmenes de siembra. Sin las estadísticas resulta más difícil poder responder qué producir, para qué mes y en qué cantidad.
El cultivador busca cómo diferenciarse de su competencia, no sólo por la mejora de su calidad, sino en la búsqueda de nuevas
alternativas de cultivo. Procura innovar.
En esta cadena productiva, el cliente espera (aunque no siempre lo acompaña con su compra…) que el productor le ofrezca especies nuevas todos los años. De igual modo, el productor espera de los semilleros “novedades” o bien viaja para conocer nuevos mercados e informarse respecto de qué artículos se demandan.
En esta búsqueda de nuevas especies para producir, el cultivador debe tener en cuenta los requisitos que éstas tienen y su capacidad para adaptarse a la tecnología del cultivo.
Las empresas semilleras, en general, no cuentan con información propia sobre el comportamiento de las especies que ofertan al mercado ni de sus variedades. La información que proveen es la que figura en sus catálogos y guías de cultivo. Sabemos que las condiciones, no sólo de estructura sino de materiales a que se refieren las guías, no son las nuestras. Pero desde hace algunos años, el productor cuenta con una nueva alternativa: la producción de especies nativas.
El Instituto de Floricultura (INTA) realiza, desde hace un tiempo (años), jornadas en las cuales presenta las especies que está mejorando con capacidad ornamental. El cultivo viene participando de las jornadas y, en ese ámbito, surgió la posibilidad de cultivarlas.
Si se analizan las ventajas de cultivar nativas, podemos mencionar que son especies originarias de nuestro país y, por este solo hecho, significa que están preadaptadas a las condiciones locales, tanto en horas de luz como en régimen de temperatura; por ejemplo, la mejora del material se realiza no sólo para optimizar su arquitectura o tamaño, o color de sus flores, sino también, para responder a algunas variables ambientales.
El Instituto de Floricultura, además de probar sus plantas en condiciones de campo, brinda al productor toda la información generada, y no únicamente eso: si el productor necesita a los técnicos, ellos van al cultivo. Esto es transferencia tecnológica.
El hecho de que el mejoramiento se realice en nuestro ambiente y con estructuras y tecnología que tienen los productores facilita su cultivo. Y esto es lo que yo defino como tecnología transferible, no requiere de inversiones o grandes modificaciones para su cultivo.
El productor puede ganar más invirtiendo menos.
¿Cómo es posible esto? La respuesta se encuentra en un sencillo análisis de costos…
El material que entrega el IF son esquejes enraizados, que se crían y pasan a ser plantas madres. De las plantas madres, se realizan los gajos (gajos que tienen un costo de producción inferior a los de un plantín con semilla importada).
Para acceder a este material, el productor firma un acuerdo con el objetivo de difundir las especies que se van a cultivar. En ese convenio, el productor define qué y cuánto quiere producir. Debe permitir las visitas de los técnicos, con el fin de observar la respuestas de las plantas al manejo, y además, el productor cuenta con la asistencia de los técnicos cuando la necesita (todo por el módico precio de los esquejes).
El hecho de introducir en la producción especies nativas representa la posibilidad de recrear un paisaje que es propio. Sin embargo, siempre subyace el concepto lo de afuera es mejor que lo nuestro. La gente se olvida de que las plantas que hoy se cultivan fueron tomadas de su ambiente natural; la tecnología permite reforzar las características que las hacen más atractivas: el ejemplo sencillo es el tamaño de la flor del pensamiento.
Hoy estamos tratando de incorporar al mercado plantas que son de nuestro propio ambiente y que, obviamente, no resultan desconocidas para mucha gente. De ahí que cuando les presentamos las plantas responden, sin dudar: “Pero si hay de esto en el campo o al costado de los caminos” (y rematan), “es un yuyo”.
Por otro lado, las revistas de plantas y flores trabajan en general con especies importadas y, además, no todas ellas se cultivan en nuestro país. Por lo tanto, el destinatario último de la producción, quien va a disfrutar de la planta, no cuenta con la información de estas nuevas especies, de manera que el proceso de difusión se vuelve muy poco dinámico. Alcanzar al consumidor final a través de los mecanismos de publicidad pagos no es siempre posible.
Las plantas han resultado en los últimos años artículos de lujo, no por su precio, sino por la función que cumplen. En una economía poco estable como la nuestra, todos ajustan sus gastos a lo que realmente se vende. Algunos viveros de atención al público no siempre prueban nuevas variedades o, si lo hacen, no cuentan con toda la información que le asegura a su cliente el éxito en el cuidado de las plantas que, al no tener la respuesta esperada, la “critican” y no vuelven a comprarla.
Pero en la constancia está el éxito; las novedades (nacionales o importadas) no se incorporan rápidamente al mercado. Requieren de tiempo, tiempo que hemos sabido dar y que nos permite asegurar que la producción de nativas ha sido exitosa para nuestro cultivo.
A modo de síntesis, presentamos las especies que hemos incorporado, con algunas cualidades que pueden ser útiles tanto para productores como para quien desee probarlas en su jardín.
NIEREMBERGIA
Variedades probadas: Luna, Estrella y Cielo.
Fecha: cultivo desde 2005, ventas desde 2006.
Características: Fácil de reproducir, no se “apesta”, requiere podas sucesivas de formación. Apta para su uso en canteros o como colgante, florece desde la primavera hasta el invierno. Resiste la sequía.
CALIBRACHOA
Fecha: cultivo desde 2007, venta desde 2008.
Características: Fácil de reproducir, necesita mucho abono y control de pH (el no mantener el pH ácido provoca amarillamiento de las hojas). Apta tanto para usar en canteros acompañando gramíneas como para colgante. Florece casi todo el año.
MECARDONIA
Fecha: cultivo desde 2007, venta desde 2008.
Características: Tallos tiernos que dificultan su plantación en los plugs. Muy buena como cubresuelo o para formar parte de una cantero, o también como colgante. Sus hojas verdes, brillantes, contrastan con el amarillo de sus pequeñas flores. Es sensible a la humedad (la falta de ventilación en el interior de la planta facilita la aparición de hongos).
Hasta ahora, sólo encontramos un inconveniente al momento de la venta: en los casos puntuales de la Nierembergia y la Mecardonia, las flores secas no se desprenden solas de la planta, y la tarea de quitarlas es un trabajo más que debe realizarse antes de la entrega de la planta al cliente.
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