Jardines botánicos

Graciela Barreiro, presidenta de la Red Argentina de Jardines Botánicos, expone de qué tratan estos proyectos y por qué son importantes.

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El Jardín Botánico de Buenos Aires es un lugar muy especial de la ciudad, porque además de su esencia, aúna arte e historia. Arte en sus esculturas, en su continua actividad cultural, e historia por haber sido creado por el paisajista francés Charles Thays —quien cambió la fisonomía de la ciudad de Buenos Aires, al crear sus parques más emblemáticos, incluso, el mismísimo Botánico—. La casona, que actualmente es centro de la actividad del mismo, fue el hogar que compartió con su familia y donde trabajó incansablemente.

Nos acercamos al lugar con una intención precisa: saber esencialmente qué define a un jardín botánico, para qué es útil. Para eso entrevistamos a su actual directora, la Ing. Graciela Barreiro, quien fue recién nombrada presidenta de la Red Argentina de Jardines Botánicos, cargo que ejercerá por cuatro años.

¿En qué época podría situarse el origen de los jardines botánicos?
Hace cerca de 500 años, debido a la necesidad de coleccionar y proteger plantas útiles para el hombre, principalmente, medicinales; entonces se crearon los primeros jardines botánicos registrados por la historia. Para cumplir su función, eran también  un lugar de aclimatación de especies.

Actualmente, ¿su función ha cambiado?
De alguna manera sigue siendo la misma, pero bajo otro aspecto. El rol de la conservación se cumple siempre, aunque ahora, con énfasis, en la protección de la biodiversidad.

Con unos pocos individuos por especie, como suelen tener los botánicos, ¿es posible contribuir a la conservación de dicha biodiversidad?
Si se toma a un jardín botánico en particular, tal vez no sea significativa, pero si se considera una red global de jardines botánicos, la perspectiva cambia, adquiere otra dimensión. Además puntualmente se da el caso de jardines botánicos que conservan especies extinguidas en el resto del mundo. Y eso de por sí, aunque se recupere muy acotadamente la genética de una especie, tiene un gran valor.

¿Qué otras competencias tiene que tener un jardín botánico?
Además de la gestión de la biodiversidad, debería brindar educación sobre el tema en todos los niveles. En el caso de este Jardín, tenemos guías con preparación en  educación ambiental  que dirigen  visitas guiadas para chicos en edad escolar.  Otros temas inherentes son la investigación y la gestión del conocimiento botánico. Sobre la base de estos ítems, un jardín  botánico también se convierte en soporte técnico de otras áreas de la Administración.

¿Cuál podría ser la nota definitoria de un botánico?
Quizá el hecho de que estos tienen colecciones de plantas vivas y herbarios. Pueden ser colecciones organizadas taxonómicamente (por órdenes y familias), por lugar de origen (fitogeográficos) y, también, por usos, por ejemplo, plantas comestibles, textiles, etc.

Las colecciones vivas, debidamente identificadas, son un elemento invaluable para el aprendizaje, en todos los niveles. A su vez, las plantas  deben identificarse en las etiquetas, con determinados datos, como por ejemplo, familia botánica, nombre científico, nombre vulgar (si lo tuviere), uso y tipo de planta.

Además, podríamos agregar que en este Jardín tenemos plantas de climas templados, que crecen en  un amplio rango de temperaturas y pluviometría, y también podrían ser cultivadas algunas especies tropicales.

¿Es muy costoso crear y mantener un jardín botánico?
Sí, generalmente dependen de instituciones y fondos  públicos. Del Estado en distintos aspectos, este es un Jardín municipal, los hay también dependientes de museos, universidades, organismos de investigación, etc.

También existen los arboretos (arboretum), con menores exigencias, pero se trata de algo diferente, por dos razones: la primera es que están poblados sólo de árboles y la segunda es que ellos representan una zona fitogeográfica sin agrupación taxonómica.  Tienen una  función  más acotada y en consecuencia, su costo de implantación y mantenimiento es menor.

Texto y Fotos: Florencia Cesio

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