Podas

Las podas extremas ponen en riesgo la longevidad de las plantas, ya que ese procedimiento acarrea el estrés del ejemplar y, también, lo afecta directamente en su capacidad de ser resistente a las plagas.

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Un árbol que conserva su porte original, que puede manifestar su capacidad de ramificación,  su potencial marcado genéticamente, se percibe como símbolo de respeto al mundo vegetal.

Sin embargo, somos conscientes de que en la ciudad, con las limitaciones de espacio impuestas, no siempre se pueden dejar crecer libremente a los árboles. En el caso de parques o plazas, con ciertas dimensiones, el problema no existe o es mínimo, ya que normalmente hay espacio más que suficiente para el desarrollo libre de las raíces y las copas de los árboles.

En el caso de alineaciones urbanas,  una cuestión fundamental es analizar qué porte adquirirá el árbol con el paso de los años. Así también considerar si la especie ha sido bien elegida. Otro de los interrogantes que se presenta es si  el ancho de las aceras admitirá ese porte o, por el contrario, deberán realizarse podas continuas para adecuarlo al sitio, con todos los inconvenientes que ello ocasionará.

La poda puede definirse como la eliminación deliberada (lo que significa con un objetivo determinado) de partes del árbol (ramas, raíces, frutos, etc.); asimismo, cuando se actúa sobre  alguna de estas partes, se producen cambios drásticos en su fisiología:

a)  Cambios hormonales: las puntas de las raíces fabrican citoquininas, que se dirigen a las yemas apicales de los árboles donde fomentan el crecimiento apical. Cuando las raíces se cortan durante el trasplante, esta producción hormonal se interrumpe y, en consecuencia, se detiene el crecimiento de la copa.

Por otro lado, en las hojas nuevas se producen auxinas, que, al moverse hacia las ramas secundarias y la raíz, promueven el crecimiento radicular. Este balance controla, parcialmente, el crecimiento equilibrado de la parte aérea y de la subterránea.

b) Cambios en su estabilidad: la afectación de raíces implica una pérdida de anclaje que puede ser muy grave.

c) Cambios en su fitopatología: pudrición de ramas cortadas, hongos que penetran a través de cortes de ramas y pueden afectar el tronco, pudrición de raíces, etc.

La poda, entonces, no es un proceso natural; es, ante todo, una cuestión cultural, una medida que debe tomarse ante la situación extraña de un árbol fuera de su sitio natural de desarrollo. Estas intervenciones pueden estar motivadas por razones de seguridad y sanidad, y en algunos casos, estéticas.

Muchas personas consideran que podar es sinónimo de vigor, salud y producción en el ejemplar, al confundir el concepto de poda con la operación sobre los frutales para favorecer el desarrollo de frutos.

Para actuar sobre un árbol es necesario conocer su constitución, las causas de su crecimiento- reposo- vigor y declinación. Estos procesos se mantienen gracias a mecanismos de control interno de cierta complejidad. Un conocimiento básico de las estructuras y funciones del árbol es la base para un mejor manejo. Entender cómo responderá al estrés, las heridas, los tratamientos, en aplicación de técnicas de cuidado. Sin este conocimiento, se realizarán prácticas inapropiadas o deficientes, que pueden dañar al ejemplar.

Podas extremas que debilitarán al ejemplar

El árbol responde a una agresión (en este caso, la poda) aislando el daño, se crea una barrera (en la cual se acumulan compuestos derivados del metabolismo celular) para restringir el paso de patógenos o insectos. Esa madera que el árbol sacrifica para generar una defensa  muere, pero el resto del ejemplar continua sano: esta es la base de lo establecido por Alex Shigo como CODIT  (compartimentalization of decay in tree = compartimentación de la podredumbre o decaimiento de los árboles).

Al eliminar material verde, se está reduciendo la producción de carbohidratos; el herir tejidos hace que el árbol consuma más hidratos de carbono para compartimentar, y al eliminar madera, además de la pérdida de tejido capaz de almacenar energía, estamos comprometiendo la integridad estructural del árbol. Esto significa que antes de hacer un corte, se debe estar muy seguro de por qué se va a ejecutar, ya que debe existir una buena justificación para realizarlo. Nunca debería eliminarse más del 25 % del material aéreo del ejemplar.

Consecuencias negativas de la poda

• Brotaciones masivas como reacción a las podas: lo que hace recurrente la situación de podas sucesivas.

• Desorganización: el desarrollo natural ordena las brotaciones en el tiempo y en el espacio, en función del vigor y la edad del árbol, produciendo espontáneamente una estructura adulta correcta. La poda actúa en contra de ese orden.

• Debilitamiento: en un entorno urbano que, en general, no es óptimo sino limitante para el desarrollo del árbol, un régimen de podas excesivo puede conducir fácilmente a situaciones de debilidad, más o menos crónica, más o menos progresiva. Hay demandas fisiológicas prioritarias que el árbol no puede desatender sin morir: metabolismo básico, producción anual de xilema, floema, hojas y raíces absorbentes, etc. Las podas recurrentes limitan el aumento progresivo de la producción foliar y, con ello, el aumento progresivo de la actividad fotosintética; en definitiva, dificultan y pueden llegar a impedir la recuperación energética.

• Infecciones: los cortes de poda, como toda herida, suponen aberturas en la corteza y posibles puntos de acceso de patógenos diversos.

• Pudriciones, ruina estructural: la pérdida de vitalidad reduce o impide una serie de procesos vitales, como la consolidación estructural y la compartimentación de pudriciones, lo que provoca procesos más o menos rápidos de ruina estructural. El árbol débil no reacciona ya con vigorosas brotaciones en los puntos de corte, sino que, incluso, presenta regresión cambial, al morir, hacia atrás o lateralmente, la rama cortada o el tronco descabezado. La gravedad de los cortes, como desencadenantes de procesos de pudrición, está en función de la especie, del tipo de rama, del diámetro de los cortes y de la vitalidad del árbol.

No debería podarse ninguna rama, si no existe un objetivo claro.

Foto: Florencia Cesio
Texto: Ing. Agr. Gabriela Benito

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