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Soy de Oberá (Misiones). Me recibí en abril del 2003 de ingeniera agrónoma en la Facultad de Agronomía de la Universidad del Salvador, de Virasoro (Corrientes).

Era aquel un momento difícil para encontrar trabajo ya que veníamos de la crisis del 2001. Así es que en los meses posteriores, me entretuve en la chacra de mis padres. La ayudaba a mi mamá con la huerta y lo acompañaba a mi papá, también ingeniero agrónomo, a recorrer los cultivos de yerba mate y té: con él, nunca se deja de aprender.

Después de seis meses de desempleo, para tener alguna actividad, comencé a trabajar ad honórem con Pedro Marczak, dueño de la agropecuaria El Sol. En el negocio estaba, casi siempre, toda la familia. Me gustaba trabajar con ellos, una gente de gran corazón. Allí desarrollé tareas, aproximadamente, durante tres meses.

Cierto día lo acompañe a mi hermano al INTA de Cerro Azul, quien concurría allí porque elaboraba su trabajo de tesis a fin de lograr su título. En esa ocasión, Alberto Sosa, quien luego fue su director de tesis, me comento que necesitaba un ingeniero agrónomo y, en ese mismo día, me aceptaron para comenzar a trabajar.

Fui contratada por el proyecto PROZONO-INTA en marzo del 2004. Mi tarea era llevar adelante los ensayos con el objetivo de encontrar un sustrato para el sistema de almácigo flotante de tabaco —la experimental del INTA Cerro Azul era hermosa: trabajar en medio de la vegetación, con el canto de los pájaros, la tierra colorada y el sol radiante, constituyó una vivencia espectacular—.

Con la experiencia realizada en el proyecto PROZONO, comprobé que quería dedicarme al sustrato. Pasado casi tres años, tenía tan organizadas las tareas, que me sobraba tiempo, así que empecé a hacer una especialidad.

En una ocasión, al entrar en la página web del INTA, me enteré de un llamado a concurso para una beca cuyo tema era, precisamente, sustratos para plantas ornamentales. Pero se hacía en Buenos Aires… ¡Irme tan lejos! Se lo comenté a mi papá, y, antes de que terminara de hablar, me contestó que me presentara a la beca y que era lo mejor para mí. Finalmente, tuvo razón.

Desde mediados del 2006 hasta la fecha, me desempeño trabajando como becaria en el Instituto de Floricultura del INTA y recientemente me recibí de Master en Cultivos Intensivos. Fue, sin dudas, una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Por supuesto que extraño Misiones y, sobre todo, a mi familia, pero por suerte, nos vemos seguido. Además, estoy con Lucas, mi pareja, que me acompaña día a día.

Me falta mucho por delante, pero las experiencias y el aprendizaje que tuve en torno a la profesión, como así también en el ámbito personal, fueron muy importantes para mi crecimiento.

Lorena Bárbaro (32), Ingeniera Agrónoma
Instituto de Floricultura (INTA)

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