Marisa de Pablo

A lo largo de mi trayectoria profesional como florista y miembro de la Cámara Argentina de Florerías y de la Escuela Iberoamericana de Arte Floral, he armado exposiciones y diferentes eventos, y todos me han enriquecido. No obstante, hubo una experiencia que me marcó vivamente.

Se trató de una boda en Cuiabá Mato Grosso (Brasil), a la que asistimos treinta y tres floristas de diferentes países, bajo la dirección de una colega brasileña: Marisa Baggio. Fueron dos años de creación para armar un escenario único, lleno de encanto y mística, en medio de la naturaleza, donde no faltaron las piedras preciosas, las mandalas florales de dos metros, los pavos reales con flores y plumas, y hasta un elefante hindú. Todos estos decorados fueron hechos de forma artesanal con flores y cuerpo de poliestireno expandido. Recreamos diferentes espacios temáticos: marinos, con lámparas con caracolas; otros, zen. También se instaló un altar frente al lago, con arena que simulaba ser una playa. Fue muy surrealista y se ambientaba en la época medieval. La novia lució tres ramos, y el novio entró montando un caballo que llevaba una pechera floral.

Resultó una fiesta en la cual se sentía la energía y que, según la novia, era el reencuentro de almas pasadas, donde todos los rubros que trabajaron esa semana (floristas, artesanos y carpinteros) fueron invitados. Tuvimos una única condición: no vestirnos de negro.

Marisa de Pablo (53), florista.
depablomarisa@hotmail.com