Crónica de la manera en que atraviesan la pandemia los cultivadores de flores y follajes de corte del Área Metropolitana de Buenos Aires. Por Paula Amoia*
El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y, en especial, el cinturón hortiflorícola del Gran La Plata, concentra la mayor superficie de cultivo de flor de corte de la Argentina; y si bien su producción se destina mayormente a los principales centros urbanos de dicha área metropolitana, remite parte de la misma al resto del país.
La actividad ha sufrido un fuerte golpe a causa de la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias sanitarias y económicas. A inicio de 2020, con el cierre de las actividades recreativas y los eventos, cayó abruptamente la demanda; y numerosos floricultores terminaron desechando gran parte de su producción.
Esto significó, en muchos casos, carecer de los recursos para afrontar una nueva plantación o, en otros, haber decidido disminuir la superficie cultivada ante la incertidumbre de la venta. Algunos productores se volcaron al rubro hortícola (sus semillas y plantines suelen ser más económicos), y hubo quienes decidieron dedicarse a la producción de plantas en maceta, cuya venta creció de manera inesperada durante 2020.
Sin embargo, las circunstancias fueron diferentes en el resto del país, en donde la demanda continuaba dada la situación sanitaria, relativamente menor en cuanto a su gravedad. Esto les permitió a los productores del AMBA que “exportaban” sus flores a estas zonas aliviar la situación y poder sostener la oferta.
Con el transcurso de los meses y el retorno de las actividades hacia fin de 2020, la demanda volvió a incrementarse, y pudo retomarse la comercialización con cierta normalidad, hasta abril de este año. A pesar de lo dicho, algunas situaciones cambiaron y, probablemente, de manera definitiva.
En la actualidad, se observa una menor oferta a causa de la disminución de las plantaciones, entre otros factores. Este contexto elevó un poco los precios de las flores en relación con el año pasado. Y los productores que habían apostado a continuar con el cultivo pudieron conseguir mejores precios, pero el incremento en los costos de producción licuó la mejoría en los ingresos.
Surgieron otros problemas a partir de que disminuyó la plantación. Los insumos iniciales (como semillas y plantines), en su mayoría importados y de elevado costo, no fueron solicitados en las cantidades habituales, debido a la incertidumbre y a que muchos productores decidieron suspender la plantación; por lo que en la actualidad, existe escasez de algunos.
Por otro lado, la dificultad para encontrar trabajadores es un inconveniente referido por los floricultores cada vez más a menudo, el cual se incrementó con la pandemia; esa situación representa otra causa de la reducción de las superficies cultivadas.
Todo esto hizo que algunos productores que se habían volcado a la horticultura en forma transitoria, lo hicieran definitivamente para diversificar su actividad o bien para abandonar la producción de flores. Mientras que en los casos que retomaron la actividad, ya no pudieron recuperar la superficie original y redujeron la cantidad de invernáculos trabajados.
Por otra parte, la demanda de flores y follaje de corte parecería estar cambiando: el mercado ya no demanda grandes cantidades de paquetes, y cuando hace la compra, los pedidos son más específicos; se pide con detalle de variedad, color, largo, etc.
Además, las restricciones a la movilidad aceleraron la llegada de la venta a través de Internet y la entrega en domicilio, incluso, dentro de este sector productivo. Este nuevo escenario está exigiendo un reacomodamiento y una fluida comunicación con los comercializadores y floristas, para poder afrontar las nuevas demandas.
Una crisis que representa, a su vez, una oportunidad para crecer y estar preparados para los próximos desafíos.
Fuente: productores de flores de corte y referentes del sector florícola.
* Por la Ing. Agr. Paula Amoia (INTA).