Un informe de la Universidad Nacional de Río Negro revaloriza el uso decorativo de especies con frutos comestibles en jardines familiares. Por Martha Riat y Gustavo Sánchez*
El patrimonio cultural de una región es una red de colores, sabores, experiencias, sensaciones y tradiciones, que se mantiene viva y en crecimiento, gracias al aporte único y original de cada época, de cada generación y de cada persona que ha existido en ella.
El estudio focalizado en las plantas y sus productos derivados empleados con fines ornamentales y alimentarios constituyen un punto de atención creciente para los pobladores urbanos, preocupados por la problemática de la salud y la alimentación en relación con el ritmo de vida de las ciudades.
En este sentido, quién no añora los tiempos de su infancia en los que el patio familiar era el lugar para experimentar con sabores de frutos muchas veces vinculados a los orígenes de las familias. Nísperos, guayabas, higos y quinotos eran algunos de los que solo se podían consumir en el patio de los abuelos.
Esta preocupación, que tiene un valor tanto simbólico como pragmático, se encuentra potenciada por los medios de comunicación masiva que promueven nuevos estilos de vida más saludables, en los cuales el consumo de diversas plantas y sus productos en la alimentación y el cuidado de la salud de las personas juega un papel central.
Los conocimientos difundidos orientan los cambios en las estrategias de consumo y resultan de una combinación de conocimientos propios (el saber popular), con otros incorporados de fuentes externas, como el conocimiento científico, y saberes y prácticas que ingresan a través de distintos grupos de inmigrantes.
Los distintos estudios médicos y bioquímicos que se están llevando adelante sobre las propiedades nutricionales están generando información valiosa sobre muchos de los frutos comestibles que, por cuestiones prácticas o de modas, se han alejado de los jardines familiares; peras, manzanas, almendras y paltas son algunos de ellos.
Muchos arbustos silvestres de los bosques andinos patagónicos con frutos comestibles de los géneros: Berberis (Calafate), Ribes (parrilla), Aristotelia (maqui), Gaultheria (chaura) y Ugni (murta) son muy conocidos, y están siendo incorporados como plantas ornamentales en muchos jardines. Los estudios realizados desde la etnobotánica permiten recuperar el conocimiento tradicional, y establecer un marco efectivo para aplicar estrategias de conservación y de aprovechamiento de los recursos de especies no cultivadas.
Se destacan en diversos trabajos la evaluación de diferentes especies de valor ornamental con frutos comestibles muy difundidas en los jardines, principalmente las introducidas por inmigrantes en su nuevo contexto social, y la mayoría de ellas con desarrollo de cultivares comerciales, entre las que se encuentran muchas plantas sobre las que puede consultarse en el siguiente link: Plantas ornamentales con frutos comestibles
Para cada especie es posible adquirir variedades tempranas o tardías que se adaptarán mejor a las condiciones del sitio geográfico concreto en que se ubicarán, pero existen, para algunas especies, limitaciones para su cultivo, por ejemplo, no podremos cultivar paltas en la Patagonia andina, pero sí especies del grupo de los berries. Para esto es importante consultar a los profesionales o viveristas que puedan asesorar en relación con la adaptación de cada especie a la zona.
* Ing. Agr. Martha Riat y Téc. Viverista Gustavo Sánchez, docentes de la Tecnicatura en Viveros de la Universidad Nacional de Río Negro.