La técnica de John Brookes

Plantas especiales, estructurales, decorativas, bonitas y de relleno. Cuáles son los ejemplares incluidos en estas categorías y la importancia de la función estética. Por Paqui Arias

Lograr un jardín con fuerza visual y al mismo tiempo funcional requiere -además de conocer el comportamiento y las necesidades de cada especie- saber acabadamente, sobre todo, qué funciones estéticas pueden asumir las diferentes plantas y cómo se relacionan armónicamente entre ellas. El paisajista inglés John Brookes (autor de varios libros) acuñó un sistema de clasificación que hace más sencillo lo que parece un trabajo faraónico.

Es frecuente que la gente en general se tiente con alguna planta en un vivero y luego no sepa cuál es su mejor ubicación o cómo plantarla. Asimismo, probablemente se produzca una confusión acerca de los detalles particulares de cada especie y no se preste atención a las relaciones que deberá jugar el ejemplar con el resto de la plantación, y no se adviertan las distintas funciones que cada planta debería cumplir dentro de un diseño.

En Diseño de jardines, John Brookes utiliza un método a través del cual clasifica a las plantas según sus funciones estéticas y las denomina de la siguiente manera:

Especiales

Este grupo está compuesto por aquellas plantas que serán el punto focal o tema de un jardín. Presentan siluetas recortadas, sinuosas, arquitectónicas, que resaltan en su entorno. Son como esculturas naturales permanentes: no necesariamente deben ser especies siempre verde, pero, en caso de que sean caducas, deben mantener su silueta llamativa aun sin follaje.

Dependiendo del diseño, el espacio disponible y la especie elegida, puede que en un jardín haya solamente una planta de esta categoría o un grupo de ellas, ubicadas todas juntas o desperdigadas, guiando la vista de un punto a otro, dibujando en el área un hilo conductor.

Pero algunas especies no solo tienen la capacidad de atraer nuestra mirada de una manera hipnótica, sino también, de imprimir un tema al lugar. La carga cultural que representan algunas plantas es tan fuerte que en general es difícil despojarlas de ella, como es el caso de los cipreses piramidales y los olivos, que nos remiten al Mediterráneo; las palmeras y los bananos, a zonas tropicales; el bambú y el Acer palmatum, a un estilo oriental; los agaves, a México. Y podríamos decir que el ombú y los algarrobos nos evocan el campo argentino.

Estructurales

En esta categoría, se agrupan las plantas que marcarán la forma y el fondo del espacio. Deben mantenerse en buenas condiciones todo el año, pero eso no significa que se conserven inalterables. No poseen una estructura llamativa. Deben lucir buen follaje y volumen. Aunque se aprecian sus frutos, que suelen aportar color durante los meses más fríos del año, no se tiene en cuenta su floración. Frecuentemente, se usan para cercos formales o de aspecto natural, o para crear distintas áreas dentro del jardín, como si se tratara de paredes exteriores.

Pueden ser de follaje perenne como el Pittosporum, el laurel, el Buxus, la Eugenia, el Viburnum, el Elaeagnus y la Olea texana, entre muchas otras, pero también caduco, siempre que mantengan su estructura, como el carpe.

Decorativas

Las decorativas también aportan estructura al jardín, pero se diferencian del grupo anterior por tener un momento del año, en el que llaman tanto la atención por su coloración o floración, que se convierten temporalmente en puntos focales.

Aunque la ubicación de esta categoría, cerca o sobre las estructurales, no suele presentar problemas, hay que tener cuidado cuando se las aproxima a las especiales, ya que en el período de interés de las decorativas, se corre el riesgo de que compitan con “la estrella” del jardín, y se genere una tensión innecesaria. Es común que aporten la primera capa de volumen al jardín. Contribuyen al ritmo y, sobre todo, marcan el paso de las estaciones.

Este grupo está formado por especies con floración llamativa de poco tiempo, pero con estructura todo el año. Incluye tanto árboles (jacarandás, Bahuinia o Lagerstroemia); arbustos (jazmines del Paraguay, magnolias de flor u hortensias); gramíneas (cortaderas, Miscanthus o Panicum); como también trepadoras (rosales y jazmines, rastreras y apoyantes).

Bonitas

Las bonitas son las estrellas durante la primavera tardía y los meses de verano. Conformadas por herbáceas y por algunos arbustos caducos como las  rosas, sus principales objetivos son lograr la armonía en el color y continuidad en la floración alrededor del jardín; suelen usarse dentro de canteros.

En esta categoría, la floración sí es la característica más importante, pero no por eso debemos descartar una innumerable cantidad de plantas muy atractivas por su follaje, como las hostas por ejemplo, incluidas dentro de las bonitas porque desaparecen durante el invierno.

Son extremistas: tienen mucha floración durante un período largo -tres o cuatro meses-, a diferencia de las decorativas, cuyas floraciones suelen ser explosivas y cortas. Sin embargo, a diferencia de estas, que se mantienen atractivas todo el año, las bonitas poseen un período largo de “feas” o ausencia: cuando termina su floración desaparecen. Para evitar que el vacío que dejan sea “traumático”, hay que ubicarlas frente a las decorativas adecuadas, que a su vez, deben estar respaldadas por las estructurales.

Hay que tomar esta categoría como una oportunidad para experimentar y conocer especies desconocidas, ya que no alterarán la estructura general del diseño del jardín. La elección puede ser amplísima. Suelen ser elegidas por los colores de sus flores, pero también hay que prestarles atención a las formas de las flores: las verticales, como la Persicaria ampexicaulis o las salvias ‘Indigo spires’; las umbelas (las achilleas y los sedum); los penachos (el amaranto y las astilbes); las de formas redondeadas (scabiosas y Monarda); y las que poseen formas de margaritas, como las Echinaceas, los girasoles y los crisantemos. Tampoco hay que olvidarse de las traslúcidas, tal el caso de las gauras y la Verbena bonaeriensis.

De relleno

Este es un grupo transitorio, y aunque es posible pensar rápidamente en las anuales y bianuales, también incluye a las bulbosas y a las especies con la capacidad de autosiembra.

Una de las ventajas de este grupo es que, a diferencia de los arbustos y las herbáceas que tardan algunos años en alcanzar un tamaño considerable, las anuales ofrecen todo en pocos meses y hasta tienden a desarrollar más flores que hojas. Estas especies dedican gran parte de su energía en florecer para asegurarse sus semillas y, de esa manera, su supervivencia, por lo que muchas de ellas, si las condiciones climáticas son las adecuadas, luego volverán a resembrarse sin ningún esfuerzo nuestro. Es posible que no nazcan en el sitio original, sino que se desparramen aleatoriamente, lo cual muchas veces constituye un beneficio, ya que le confiere al diseño un aspecto más silvestre.

Sus principales funciones son provocar estallidos de color y tapar agujeros; no importa cuán exitoso sea el diseño de su plantación, siempre habrá algún hueco espacial o temporal en los que podrá añadir una pizca extra de color. Si se está trabajando en un jardín nuevo y se puede disponer de algo más de presupuesto, las de relleno ayudarán a dar volumen y color en poco tiempo, y evitarán que las malezas se esparzan hasta que la plantación permanente llegue a su tamaño adecuado.

Las macetas también juegan el rol de relleno, brindando color temporal, además, con la virtud de ser móviles. Entonces, existe la posibilidad de cambiar de ubicación los recipientes para destacar las plantas que se encuentren en su mejor momento. Hay que considerar que, en ese caso, no solo importa el ejemplar elegido sino que cobra valor también el contenedor, que debería tener alguna proporción, color, forma y estética relacionada con el lugar elegido para su ubicación.

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