La importancia de un enfoque sanitario integrador y del diagnóstico correcto. El monitoreo permanente así como factores que pueden hacer que el fitosanitario pierda poder. Y mucho más. Por Oscar J. Herrera*
El uso de fitosanitarios es parte de la estructura de costos de los cultivos ornamentales para preservar o minimizar el perjuicio cuali-cuantitativo causado por plagas y enfermedades.
En consecuencia, la eficacia del compuesto empleado y la eficiencia de la aplicación inciden directamente sobre la relación costo/beneficio, así como el cuidado del medio ambiente y de las personas.
Un enfoque sanitario integrador es más poderoso que confiar el cuidado del cultivo exclusivamente a la quimioterapia: invernáculos limpios y desinfectados; materiales de propagación sanos; barreras de protección; variedades genéticamente resistentes a enfermedades y/o plagas, por ejemplo de alegría del hogar (Impatiens walleriana)1 contra mildiu (Plasmopara obduscens), o de vinca (Catharanthus roseus)2 contra phytophthora (Phytophthora parasitica), que, en este caso, incluye un incremento de resistencia a áfidos y otras plagas; depósitos de agua de riego limpios y cubiertos; prácticas de riego que no fomenten la predisposición, proliferación y dispersión de agentes dañinos; separación y destrucción de materiales infectados; programas nutricionales que promuevan plantas vigorosas y cualidades defensivas naturales.
Un diagnóstico correcto es la piedra angular para cualquier medida de control. Por ejemplo, los síntomas producidos por un ataque de ácaros tarsonémidos en Impatiens Nueva Guinea (Impatiens hawkeri)son similares a aquellos causados por un exceso de fertilización.
Los fitosanitarios pueden presentar diferentes eficacias frente a idénticos o distintos agentes etiológicos, y distintas especies de cultivo afectadas3. Frecuentemente, el costo financiero (precio) del producto, por unidad de peso o volumen, es la variable más influyente en la selección. Sin embargo, a pesar de que los nuevos compuestos, comúnmente, superan en tal sentido a los antiguos, su elevada actividad a dosis bajas abarata su empleo en términos de costo operativo.
No todos los problemas requieren del mismo número, frecuencia y dosis de aplicación. Por ejemplo, la dosis de tiametoxan4 contra pulgón varía de 3.75-7.5 gr/100 L versus 7.5-15.8 gr/100 L contra trips, siendo las dosis superiores usadas cuando la población de insectos es elevada, o se busca una mayor persistencia del agroquímico. La lectura del marbete es un prerrequisito para el uso de fitosanitarios. En ellos se encuentran recomendaciones sobre su empleo según la necesidad.
El monitoreo permanente del cultivo permite la detección temprana de plagas y enfermedades cuando aún presentan una baja presión de ataque. Para este propósito, la capacitación del personal de cultivo permite potenciar el éxito. En ocasiones, es posible alcanzar un resultado de control satisfactorio concentrando, tempranamente, el tratamiento sobre el foco de infección, sin necesidad de una aplicación generalizada.
La eficacia del fitosanitario se ve disminuida por su exposición al sol, el almacenamiento en un ambiente húmedo y/o con temperaturas extremas (< 0 °C y > 32 °C), o su uso en una fecha considerablemente superior a la de vencimiento.
Para un correcto tratamiento, las aplicaciones deben practicarse con temperaturas inferiores a 30 °C (idealmente 15-25 °C), sobre plantas sin estrés hídrico y con follaje seco.
Evitar la aparición de formas biológicas resistentes al principio activo es cuidar al agroquímico, y al bolsillo. Al decir del Dr. A. Fisher.5, “la resistencia la decide el usuario, no el herbicida”, y por extensión, la de todo fitosanitario; expresión que va de la mano del conocimiento del sistema de cultivo y de los métodos de control. El empleo del agroquímico correcto, a la dosis letal e intervalos de aplicación recomendados, reducen la frecuencia de aparición de formas resistentes, prolongando la vida útil del fitosanitario. Varios productos comerciales establecen en el marbete la cantidad de aplicaciones por ciclo de cultivo para prevenir fenómenos de resistencia.
La naturaleza del agroquímico influye sobre la presión de selección de poblaciones resistentes. Por ejemplo, los fungicidas de contacto de amplio espectro que contienen clorotalonil o mancozeb, con múltiples sitios de acción sobre el patógeno, hacen que el desarrollo de resistencia sea menos probable que en el caso de los sistémicos, como por ejemplo, las estrobilurinas.
El manejo de la resistencia en patógenos y artrópodos se basa en el uso sucesivo de productos con diferentes modos de acción6 en cada aplicación frente a problemas fúngicos, y con cada nueva generación (huevo a adulto) en el caso de insectos y ácaros. Debido a la aceleración de los ciclos reproductivos a medida que aumenta la temperatura, el intervalo de tiempo entre aplicaciones se acorta. La mezcla de fitosanitarios, en vez de la rotación individual, como estrategia para limitar la aparición de resistencia es materia controversial7; 8, salvo aclaración en el marbete o asesoramiento técnico.
El pH del agua empleada para preparar el caldo de aplicación influye en la solubilidad, estabilidad y absorción del fitosanitario. Para la mayoría de los insecticidas y acaricidas, el pH ideal es 5.0-6.5, aunque algunos operan mejor con un pH 7.0 o mayor8. Los fungicidas, generalmente, son menos susceptibles a disminuir su eficacia por la alcalinidad del agua9.
Antes de cuestionar la eficacia del fitosanitario, conviene revisar la gestión de la aplicación.
Una alta densidad de cultivo, además de favorecer el contagio de plagas y patógenos entre plantas, puede ser un obstáculo para una buena cobertura del tratamiento.
El propósito de una aplicación eficiente es distribuir un número suficiente de gotas de manera uniforme sobre el objetivo, utilizando el menor volumen y tiempo de trabajo posibles. Esto debe lograrse sin dejar restos fitosanitarios visibles en la planta. En el caso de productos de contacto, es necesario la humectación de ambas caras de las hojas, evitando la superposición de franjas y el goteo excesivo.
El método habitual es la cobertura hasta punto de goteo utilizando un equipo de alto volumen (pulverizador hidráulico). La limpieza del depósito, manguera y picos, la selección de la boquilla, la calibración (que incluye la relación entre la presión aplicada, la velocidad de desplazamiento, la altura de los picos y el ancho de trabajo), y la capacitación del operador, determinan el grado de eficiencia. Como alternativa, existen pulverizadores de bajo volumen (por ejemplo, nebulizadores en frío), disponibles en el mercado, que producen microgotas a presión elevada, lo que permite coberturas con muy bajos volúmenes de aplicación en tiempos de trabajo reducidos. Sin embargo, debido a la variabilidad en la modalidad de cultivo (bajo cubierta o en exterior), arquitectura del lote y superficie de tratamiento, la adecuación del equipo de aplicación depende de cada establecimiento y del cultivo a tratar.
En resumen, es posible reducir el costo de los fitosanitarios si se sabe qué usar, cuándo usarlo, y cómo aplicarlo.
* Ing. Agr. Oscar J. Herrera. Director de cultivo Arie Sonneveldt S.R.L.
1. Warfield, C. Y; van Petersen, C; Brinkkemper, R. A. y Crain, S. E. 2018. Downy mildew resistant Impatiens. Ball Horticultural Co.
2. Bowman, R. N. 1994. Phytophthora resistance gene of Catharanthus and its use. GoldSmith Seeds Inc.
3. Environmental Horticulture Research Summaries. IR-4 Project.
4. Flagship®25WG. GreeCast Syngenta.
5. Fischer, A. 2011. La resistencia de malezas la decide el productor, no el herbicida. XIX Congreso de Aapresid. Rosario, Santa Fé. Citado en Agrofy News, agosto 2011.
6. Chemical Class Chart-OPH. 2023, June, vol. XXV.
7. Chase, A. R. y Daughtrey, M. L. 2014 Diseases discussions: rotation vs tank mixing. GPN Magazine June.
8. Cloyd, R. A. 2015. Mixtures & Resistance. GPN Magazine September.
9. Cloyd, R.A. 2016. Effects of pH on pesticides. GPN Magazine July.