Arboricultura: por qué caen los árboles

Carlos Anaya, presidente de la Asociación Civil de Arboricultura de la Argentina, explica por qué hay tantos problemas con los árboles durante las tormentas acompañadas de fuertes vientos.

¿Qué hacemos con los árboles dañados por la tormenta? Esta fue la pregunta de partida formulada por la Asociación Civil de Arboricultura de la Argentina en miras de efectuar un análisis del impacto de las últimas grandes tormentas (Buenos Aires y Corrientes, en diciembre; y Córdoba, en enero).

Luego de una gran tempestad, lo que se observa en las calles y veredas es -entre otras cosas-, aproximadamente, entre un 70 % de ramas caídas, un 20 % de árboles volcados, y un 10 % de rotura de troncos, informan.

Lamentablemente, muchos pensarán que la solución es la poda: árboles descopados, con menor altura, menos ramas y, si se pudiera dejar un tronco con un par de muñones, mejor. Cumpliendo esa postura, la probabilidad de riesgo se podría acercar a cero durante un tiempo limitado, pero también, nulos serían los servicios ecosistémicos que los árboles brindarían y mucho mayores serían los perjuicios para la población sin la presencia de ellos, explica Carlos Anaya, presidente de esta Asociación.

El árbol está considerado hoy sinónimo de salud pública. Ya no podemos hablar simplemente del árbol ornamental, ya que esa característica se minimiza frente a la larga lista de servicios que este y su conjunto -el bosque urbano- les brindan a los habitantes.

¿Sugieres que la solución es podar menos?

El árbol no genera ramas en forma anárquica, sino que, a través de millones de años de existencia, “sabe” en qué gastar la energía para ubicar ramas y madera donde la necesita, en función del ambiente y las condiciones en las que crece, a fin de optimizar su estructura. No caben dudas de que las malas podas los desadaptan.

Además, hay podas, como las mencionadas, que generan defectos debido a pudriciones de la madera (cortes de excesivo diámetro, desgarros, realizadas en posición inadecuada) y, por otro lado, los árboles pueden generar ramas codominantes con corteza incluida o inserciones débiles que pueden fallar.

¿A qué te refieres con desadaptar?

Los árboles son individuos reactivos, que se adaptan a las condiciones en las que crecen. Desadaptar significa que, ante inadecuadas prácticas o debido, por ejemplo, a una fuerte tormenta de viento, el ejemplar puede perder su perfil aerodinámico aumentando, así, la resistencia al viento. Es posible que se formen ramas muy largas y horizontales con una gran transferencia de peso hacia los extremos (lateralidad), que repercuta en la unión con el eje que la sostiene, e incremente la carga. También, al eliminarse ramas, se pierde la posibilidad de amortiguación que estas ofrecen frente a las anárquicas ráfagas de viento, transfiriéndose gran parte de la energía al tronco y la raíz, con la probabilidad de rotura o vuelco en función del órgano más débil.

Las excesivas podas de refaldado, tanto de tronco como de ramas, generan estructuras esbeltas, que son débiles y peligrosas, con mayor probabilidad de roturas por fenómenos de resonancia. Asimismo, el entresacar ramas de la copa aumenta la porosidad de la misma, y se generan aperturas en la que el viento penetra con fuerza y rompe.

Es así que vemos sin defectos a muchas de las ramas caídas en tormentas normales; y la explicación de las fallas se interpreta analizando este tipo de fenómenos generados por las malas podas.

Es muy importante que, antes de subirse a un árbol para podarlo, se tenga en claro si es necesario llevar a cabo esa tarea; y quien la realice debe tener un “diálogo” con el árbol sabiendo, de antemano, cómo va a reaccionar frente a determinado corte.

¿Cuál sería tu recomendación?

Ante este infortunio, que minimicemos el riesgo. Podemos lograr esto si no nos apresuramos a talar o a extraer árboles por temor, sino solo a aquellos que técnicamente lo necesiten.