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Me han solicitado que cuente a nuestros lectores la historia de mi primer trabajo. En un segundo pasaron por mi mente tantos momentos que tenía guardados allí, en ese lugarcito de la infancia.

Tuve mi primer trabajo a los 15 años. Una mañana entré en un negocio de mi barrio,  dedicado a ventas de diferentes artículos. Ese día había decidido que quería aprender a vender. Siempre he sido curiosa, de manera que allí fui.

El comercio en cuestión era visitado por clientes que deseaban armar un televisor, arreglar su auto, adquirir un buen sofá o simplemente, una hermosa lámpara para su living. Todos ellos sabían que en ese lugar encontrarían lo que buscaban.

Les conté a los propietarios del negocio cuál era mi intención y que, en verdad, para mí sería como empezar un curso para aprender  lo que quería: vender.  Me sentí cómoda con ellos.

Y aprendí. ¿Que aprendí?  Que vender no es lo mío ¡y que no me gusta hacerlo! Sin embargo aprendí algo fundamental: que me gusta escuchar a los demás, charlar y ayudar a que las personas sean oídas, aun por ellos mismos.

Era un barrio (aquel de mis años adolescentes) en el que  la gente mayor, que había llegado a la Argentina como inmigrante luego de la Segunda Guerra Mundial, nos narraba sus experiencias y de qué manera habían logrado sobrevivir.

Entre mate y mate, con hojitas de cedrón y galletas marineras, se iba perfilando qué camino tomaría yo. Fue así que caminé acercándome a estudios  y a actividades que me permitirían luego cumplir con esa necesidad.

Y un día, hace ya más de cuatro años, decidí abrir la puerta y entrar al proyecto de Economía & Viveros. La razón es sencilla: convivo dentro del ámbito de floricultura, junto a productores desde hace —veamos— unos cuarenta y un años.

Fue muy tentador llevar lo que aprendí a lo largo de mi vida a un espacio tan querido. Entre otras cosas, ayudar a construir puentes, enlazar a los trabajadores para que se conozcan, para que sepan qué hacen y opinan las diferentes personas que se dedican a este sector. Como digo siempre, poner luz a un área no muy conocida.

Es un trabajo apasionante y motivador, que me sorprende día a día. Y al mismo tiempo, se da con una compañera de viaje ideal: mi hija.

Graciela J. Ríos (57). Counselor.
Coordinadora de Economía & viveros.

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