Nunca ha habido un mejor momento, como este, para centrarse en la sostenibilidad de la industria de la horticultura ornamental. El amor por la naturaleza jamás ha sido tan fuerte como durante la pandemia causada por el Covid-19. Por Ron van der Ploeg*
Jeroen Oudheusden es el director de Floriculture Sustainability Initiative (FSI), y, por esta experiencia, fue uno de los principales oradores propuestos para la conferencia internacional de la International Association of Horticultural Producers: The path to sustainability in ornamental horticulture (30 de septiembre).
Él cuenta que, en 2013, los miembros de la FSI ambicionaban lograr que el 90 % del total de la producción comercializada internacionalmente por sus integrantes fuera sostenible para 2020. El sector no alcanzó por completo el objetivo de 2020, pero se han producido logros importantes, señaló.
Evitar la fragmentación
El trabajo número uno fue reducir la fragmentación con distintas etiquetas -y países-, que interpretaban la sostenibilidad de manera diferente. Con la ayuda del International Trade Centre, la FSI se abrió camino hacia una jungla de más de cincuenta certificaciones de sostenibilidad diferentes; algunas de ellas, con contenido y formas de gobernarse poco claros. Hasta la fecha, hay quince etiquetas en la canasta de la FSI. Todas han pasado con éxito la prueba en términos de transparencia y requisitos básicos. Además, al trabajar con certificados equivalentes, evitamos una superposición en los costos, explica Oudheusden.
La mayoría de las veces, comprar flores y plantas con la etiqueta de la canasta A no es diferente de hacer lo mismo con la etiqueta de la canasta B. Y es precisamente por eso que los supermercados como Albert Heijn, Jumbo, Aldi-NL, el servicio de entrega de flores en línea Bloomon e Ikea decidieron subirse al tren de la FSI.
Membresía y volúmenes certificados
Oudheusden destaca que casi ocho años después de su debut oficial en la feria IPM Essen 2013, con solo dieciocho candidatos, la FSI es un ejemplo brillante de cómo la industria hortícola ornamental mundial ha adoptado un enfoque proactivo para abordar problemas ambientales y sociales clave. Desde su lanzamiento, esta organización se ha expandido significativamente. Solo en este año, la membresía aumentó a setenta y cinco.
Se han logrado avances significativos. Una encuesta de 2020, hecha a los miembros de la FSI, encontró que el 75 % de sus flores cortadas comercializadas y más del 80 % de las plantas de interior están certificadas (cumplen con los requisitos establecidos por dicha entidad).
Al mismo tiempo, una de las principales partes interesadas de la FSI, Royal FloraHolland, señala que el 44 % de sus proveedores están certificados, lo que equivale al 85 % de su facturación. Sin embargo, los críticos apuntan a que las estimaciones sobre la sostenibilidad en la floricultura no deberían basarse en el volumen de ventas de la subasta, sino en los miembros de esta. Actualmente, más de la mitad de los miembros del Royal FloraHolland no están certificados. No están, per se, en contra de la certificación de sostenibilidad, pero no están convencidos de su necesidad.
Sin embargo, estar certificado se está convirtiendo rápidamente en una licencia para producir, agrega Oudheusden.
Huella de carbono
Pero el enfoque de la FSI no se detiene en la puerta del agricultor. La huella de carbono solo es válida si esta es calculada desde el cultivo hasta el florero o espacio verde. Por tanto, los miembros de la organización mencionada están invirtiendo en una herramienta basada en las metodologías utilizadas por Hortifootprint y teniendo en cuenta el impacto de toda la cadena de valor.
Una herramienta digital para simplificar el cálculo de la huella de carbono de una flor o una planta es muy nueva. Al apoyar este trabajo, los miembros de la FSI aprenderán qué tipo de datos se necesitan y cómo pueden encontrar formas de reducir el impacto ambiental y social.
* Ron van der Ploeg. Editor de la revista FloraCulture International.