Comencé mi experiencia laboral dentro del diseño del paisaje, allá por los noventa, con el rediseño de un balcón. Por tratarse de un primer trabajo, fue muy especial (llegar al lugar y hacer el perfil de mi cliente, escuchar sus planteos, decidir, con los recursos disponibles, cómo resolver sus inquietudes...). Todo esto generó en mí una satisfacción interior muy grande, porque sabía que con mis conocimientos lograría cambiar la estética del lugar pero, además, convertirlo en un sitio de disfrute.
La idea de modificar o generar nuevos espacios abiertos destinados al esparcimiento de las personas no es tarea fácil: hay que poder interpretar sus necesidades y plasmarlas en la obra. De la misma manera, trabajar con la tierra y con las plantas es maravilloso, ya que nos permite mejorar la calidad de vida de las personas.
Andrea Frete (48), paisajista.
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