ECONOMÍA & VIVEROS | Auspicio de la Tecnicatura Universitaria en Jardinería - UBA
Conoce las técnicas para armar un espacio verde en el que se use racionalmente el agua. A su vez, te ofrecemos una lista de plantas recomendadas -exóticas y nativas-. Por Gabriela Benito*
En tiempos de prácticas agrícolas que fomentan la sustentabilidad de los agroecosistemas, el ahorro de recursos y la economía del agua, también en nuestros jardines podemos llevar a cabo prácticas que nos permitan estar en sintonía con el ambiente.
La xerojardinería, también entendida como jardines secos o jardines áridos, es la práctica de una disciplina en la que se hace un uso racional del agua y, a la vez, se realizan prácticas para la conservación del suelo, que permiten menores tareas de mantenimiento del jardín. Un espacio diseñado y mantenido bajo los principios que establece la xerojardinería no es un jardín de cactus y suculentas como suele pensarse erróneamente, es un ámbito concebido para un fin, en el cual se ha tenido en cuenta el diferente uso de las zonas que lo componen, la naturaleza del suelo para la elección y la plantación de unas especies vegetales adecuadas, la disponibilidad del agua a utilizar, el o los sistemas de riego que se emplearán según la idoneidad que presenten y, por último, una serie de medidas destinadas a aumentar la eficacia en el ahorro de agua.
La xerojardinería tiene su origen en los estados del sudoeste de Estados Unidos, concretamente en Colorado, a principios de la década de los ochenta del siglo pasado y nace como una consecuencia inmediata de la necesidad de adaptación del mantenimiento de las zonas ajardinadas a las fuertes restricciones de agua provocadas por la combinación de dos factores: el crecimiento masivo de la población urbana en determinadas zonas y el régimen de lluvias impuesto por la climatología.
Esta técnica es válida tanto para terrazas, balcones, jardines urbanos y suburbanos, que soportan en general un fuerte asoleamiento y donde además las especies vegetales deben adaptarse a contenedores o a suelos con bajos índices de nutrientes pero con buen drenaje. Esta práctica se adapta a múltiples estilos, desde las típicas rocallas o los paisajes desérticos, los jardines de plantas nativas o los exóticos paisajes con perfiles modernistas o minimalistas.
En todos los grupos vegetales (desde las suculentas, cactáceas, geófitos, hasta los árboles, palmeras, arbustos y herbáceas), encontramos plantas que pueden adaptarse a este tipo de jardines. Por otra parte, para el diseño y mantenimiento del jardín xerófito, es importante planificar la ubicación de los ejemplares teniendo en cuenta que algunos necesitan protección o cuidados especiales como pueden ser riegos espaciados o nulos.
Lo ideal es armar un balance con diferentes sectores que requieran distintos niveles de necesidades de agua: alta, media y baja, en el momento de planear un jardín en zonas áridas y semiáridas. Aunque no se construya todo el jardín bajo este modelo, la incorporación de una cierta cantidad de plantas xerófitas, por lo general agrupadas en sectores más difíciles, como laderas de alta insolación, con suelos someros, arenosos o pedregosos, le da al jardín de la región semiárida una posibilidad estética diferente y sumamente atractiva. En nuestro país, la utilización de xeriscape es relativamente reciente. Muchas regiones (Cuyo, Córdoba, NO, norte de la Patagonia) podrían albergar jardines de xerófitas, recurriendo muchas veces a su flora nativa.
En general, en las regiones áridas, las especies han evolucionado con mecanismos de resistencia a la sequía o habilidades para conservar el agua de lluvia. La construcción de jardines con especies nacidas en regiones áridas no solo tiene un valor estético en sí mismo, sino que también presenta una alternativa de manejo muy conveniente para el ahorro de agua de riego, logrando un mayor aprovechamiento, especialmente en regiones en las que el agua es un bien escaso, o cuya obtención implica inversiones de tiempo y esfuerzo.
Las plantas elegidas para las composiciones se destacan y generan impacto ubicándolas lo suficientemente separadas, de manera de resaltar la belleza de sus texturas, siluetas, colores o formas. En los diseños, los juegos de sol y sombra adquieren una vital importancia. Todos los elementos del jardín: muros, senderos, escaleras, áreas de descanso, deberían resolverse con materiales naturales, como piedra y adobe, si fuera posible. Si son fabricados, se debe procurar que no desentonen con el resto del espacio. Por ejemplo, en paredes, cercos, asientos, o para delimitar estanques o cursos de agua, funciona bien el hormigón con revoques texturados. El color utilizado sobre muros puede provocar un gran efecto. Si bien el blanco es la opción popular de los climas cálidos, cuando el sol es muy intenso, puede resultar incómodo. También los colores naturales y los terrosos se corresponden bien con este tipo de jardines, sin, por eso, descartar los atrevidos, como el rojo intenso.
Para proteger el sustrato y dada la naturaleza del suelo, el mulching o la cobertura orgánica es un componente casi permanente de un jardín árido, ya que protege las raíces y, a la vez, destaca el colorido de las plantas. También el uso de cubresuelos en áreas de sombra o fuera del tránsito del jardín protege al suelo del efecto abrasivo del sol o de la erosión.
Puede haber un área de césped, si es posible pequeña, para permitir los juegos o algún deporte, o simplemente para poder descansar o tomar sol. Por otro lado, no conviene soslayar la utilización de canteros con florales y plantas en maceta (que son de alto consumo de agua en ciertos casos) por ser un punto de color atractivo en cualquier jardín.
Un área mayor de consumo moderada, como sectores de arbustos y herbáceas perennes rústicas, que únicamente requerirán de riego suplementario en época de sequía estival, aportarán una variedad de especies diferentes a las xerófitas, dando mayores posibilidades estéticas al paisaje.
Este tipo de plantas, ya sean nativas o exóticas, suman, a su bajo requerimiento hídrico, el enorme atractivo estético de formas originales y poco frecuentes, floraciones espectaculares, hojas muy pequeñas, texturas vistosas, adaptación a vivir en macetas o en el suelo seco de un jardín de áreas cálidas y secas más problemáticas. Se debe tener en cuenta el tamaño final de las plantas al planear un jardín de este tipo, la posibilidad de que se sombreen unas a otras al desarrollarse y, por lo tanto, pierdan su silueta natural. Deben recibir pleno sol ya que de otra manera no prosperan. En el caso de los árboles y arbustos nativos, si no están a plena exposición solar se deforman y pierden el porte original. Otra pauta de manejo imprescindible es la de evitar la combinación de diferentes necesidades de abastecimiento hídrico, ya que el exceso de riego las debilita.
La elección de las plantas
Se destacan por dar estructura al jardín los géneros Cordyline, Agave, Phormium, Yucca, palmeras de regiones semiáridas como Phoenix canariensis o Chamaerops.
Por su forma: Echinocactus, Xantorrhoea, Trichocereus, Cereus, Opuntia, Echinops, Eryngium.
Por el color de sus hojas: Echeveria en sus diferentes especies, Centaurea, Senecio, Lavandula, Santolina chamaecyparissus, Acacia, Artemisia, Dodonaea viscosa ‘Purpurea’, Genista, Melaleuca, Teucrium, Stachys byzantina, Westringia,entre otras.
Por sus floraciones: Achillea, Asclepias, Callistemon, Ceratostigma, Perovskia, Phlomis fruticosa, Plectranthus, Euryops, Sedum, Portulaca, etc.
Entre nuestras nativas, encontramos un amplio rango de especies adaptadas a este tipo de jardinería y diseño, que además se ven favorecidas por la escasez de agua:
Árboles y palmeras: Espinillo (Acacia caven); viscote (Acacia visco); algarrobo blanco (Prosopis alba); algarrobo negro (Prosopis nigra); tusca (Acacia aroma); aguaribay (Schinus areira); brea (Cercidium praecox); cina-cina (Parkinsonia aculeata); chañar (Geoffroea decorticans); quebracho blanco (Aspidosperma quebracho); tala (Celtis tala); molle de beber (Lithrea molleoides); mistol (Ziziphus mistol); peje/sombra de toro (Jodinia rhombifolia); caranday (Trithrinax campestris).
Arbustos y herbáceas: Lagaña de perro (Caesalpina gilliesii); pichana (Cassia aphilla); piquillín (Condalia microphylla); salvihora (Buddleja cordobensis); camará (Lantana camara); verbena (Verbena bonariensis); margarita punzó (Glandularia peruviana); portulaca o flor de seda (Portulaca gilliesii).
Trepadoras: Pasionaria (Passiflora, varias especies); sacha huasca (Dolichandra cynanchoides); uña de gato (Dolichandra unguis-cati).
Gramíneas: Cortadera (Cortaderia selloana); pasto borla (Chloris distichophylla); paja colorada (Melica macra); Nassella tenuissima; pasto llorón (Eragrostis curvula); Poa iridifolia.
* Ing. Agr. Gabriela Benito, docente de la Cátedra de Jardinería de la UBA