Los nombres científicos y la huella de Linneo en la botánica
Cómo una clasificación pensada en el siglo XVIII aún ordena el mundo vegetal y define nuestra forma de nombrar. Sistemática y taxonomía. Orígenes de la taxonomía.

Todas las sociedades, en forma empírica, tienden a clasificar y dar nombre a los organismos vivos que forman parte de su entorno. Sin embargo, en el ámbito científico, surge la necesidad de unificar criterios.
A tal fin, se crea un sistema más riguroso de clasificación que expresa los diversos grados de similitud o parentesco entre las especies. Con ello, se evita, a la vez, que organismos distintos reciban igual nombre. De esta forma, una misma especie puede tener uno o más nombres vulgares, útiles para el habla cotidiana, pero solo un nombre científico, válido internacionalmente.
Sistemática y Taxonomía: la base de la clasificación
La ciencia que se dedica al estudio de la clasificación de los organismos vivos es la sistemática. Asimismo, la taxonomía es la parte de la sistemática que proporciona los principios y las normas para realizar una clasificación. Además, crea los nombres sobre la base de un código internacional de nomenclatura para cada disciplina, que, en el caso de las plantas, es el Código Internacional de Nomenclatura Botánica (CINB).
El objetivo principal de la nomenclatura es que cada nivel del sistema de clasificación o “taxón” posea solo un nombre correcto y que no haya dos taxones diferentes con igual denominación. Cada tanto, los Códigos Internacionales de Nomenclatura son actualizados como resultado de los congresos internacionales realizados a tal efecto.
Los orígenes de la taxonomía y la obra de Linneo
Los orígenes de la taxonomía se remontan a la Edad Media europea. Desde entonces, diversos naturalistas plantearon distintos sistemas de clasificación y de nomenclatura. Pero fue recién en el siglo XVIII cuando se definieron las bases de la sistemática y la taxonomía modernas, gracias al naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778), quien, en 1753, publicó su célebre libro Species Plantarum. En esta obra, escrita en latín y compuesta por dos volúmenes, incluyó y clasificó toda la información disponible en su época sobre las plantas.
En dicho libro, las plantas conocidas hasta entonces estaban agrupadas en géneros (grupos de especies muy afines de acuerdo con sus características morfológicas). De esta forma y adelantado a su época, Linneo, basado en las afinidades morfológicas, ya estaba agrupando a las especies según sus similitudes genéticas y evolutivas.
En su libro, Linneo da un nombre a cada especie, el cual estaba formado por una pequeña descripción compuesta por varias palabras (nombre polinomial), en la que la primera palabra siempre era el género. Sin embargo, en los márgenes, seguido al nombre polinomial de cada especie, Linneo escribió una palabra más. Esta palabra, combinada con la primera palabra del nombre polinomial, formaba un nombre más práctico debido a que era más corto y fácil de recordar.
Los botánicos de la época, rápidamente, empezaron a utilizar este nombre corto para nombrar a las plantas. Es así como comienza a ser aceptada la nomenclatura binomial.
Reglas de escritura del nombre científico
De esta forma, el nombre de cada especie queda conformado por dos palabras: el nombre del género y el epíteto o nombre específico. El conjunto de ambos es el nombre científico, que permite identificar a cada especie como si tuviera “apellido” y “nombre”.
Las normas del CINB, entre muchas otras cosas, establecen que los nombres científicos deben ser citados en latín o latinizados; y, en los artículos científicos, deben resaltarse, para lo cual, actualmente, se hace uso de la letra cursiva. Asimismo, el nombre del género debe llevar la primera letra en mayúscula, mientras que el nombre específico debe escribirse en minúscula.
Respecto a la etimología del nombre de una especie, queda a criterio de su autor. Puede estar referido a alguna característica de esta, o bien, dedicado a una persona, aludir a una zona geográfica, etc. Por ejemplo: Geoffroea decorticans, en el cual, el género “Geoffroea” está dedicado al botánico francés Claude Joseph Geoffroy (1685-1752), y el epíteto específico, “decorticans”, hace referencia al desprendimiento natural de la corteza que caracteriza a esta especie.
- Ejemplos prácticos en la designación de especies
Por otro lado, el nombre del género puede ser común a dos o más especies afines, por ejemplo: Calibrachoa humilis y Calibrachoa longistyla. Por su parte, el epíteto específico puede coincidir para especies de distintos géneros, por ejemplo: Acacia gilliesii y Caesalpinia gilliesii. También, al lado del nombre binomial, se escribe el apellido del autor o su abreviatura: Petunia correntina Greppi & Stehmann.
Si la especie en cuestión, posteriormente a su publicación original, es transferida de género, se coloca la sigla del autor original entre paréntesis, seguida por la del autor que haya realizado el cambio nomenclatural, por ejemplo: Calibrachoa pubescens (Spreng.) Stehmann.
Requisitos para la publicación válida
Para que el nombre científico de una especie vegetal sea aceptado, debe ser publicado en una revista científica respetando las normas establecidas en el Código Internacional de Nomenclatura Botánica.
La publicación debe incluir una breve diagnosis de la especie en cuestión, en la que se establecen sus principales características morfológicas o bien las que la diferencian de su especie más afín. También, debe constar de una descripción general, incluida su distribución geográfica y la cita de especímenes de herbario como referencia. Asimismo, el nombre debe estar representado por un “espécimen tipo nomenclatural”, que debe estar depositado en un herbario accesible para los investigadores, aunque también se pueden aceptar ilustraciones.
Al espécimen tipo utilizado en la publicación original se lo llama “holotipo”. Si el holotipo se pierde, se puede usar como tipo nomenclatural a otro espécimen del material originalmente analizado por el autor, al cual se lo llama “lectotipo”. En caso de que nada del material original subsista, es posible recolectar un nuevo espécimen y designarlo como “neotipo”.
El Código Internacional de Nomenclatura Botánica estableció la fecha de publicación de la obra de Linneo, Species Plantarum (1753), como el año de partida para la nomenclatura botánica moderna. A partir de ahí se dejó sin efecto todos aquellos nombres de plantas publicados antes de esa fecha.
El legado de Linneo en la clasificación científica
Si bien la nomenclatura binomial se utilizó de varias formas antes de Linneo, fue recién a partir de las obras linneanas que su uso comienza a generalizarse para establecer la clasificación y los nombres científicos de todos los seres vivos, tanto actuales como extintos. Incluso, el ser humano entra en esta clasificación, cuyo nombre científico, Homo sapiens L., asignado por el mismo Linneo, en 1758, alude a la capacidad de conocerse a sí mismo.
Linneo no designó un holotipo para Homo sapiens. Pero, en 1959, William Stearn propuso a Linneo, padre de la taxonomía moderna, como lectotipo para la especie. De manera que los restos de Linneo, enterrados en Uppsala (Suecia), constituyen el tipo nomenclatural para la especie humana.
Se conoce una frase de Linneo que nos permite interpretar claramente su pensamiento: Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas.
Sobre el autor

Julián A. Greppi

