Casa Alberto. Medio siglo entre flores, desafíos y gratitud

El hecho de que Casa Alberto cumpla cincuenta años es una mezcla de orgullo, emoción y agradecimiento. Hablamos de una historia plena de trabajo, sacrificio y compromiso, nos cuenta Adrián Lerner (63), socio de esta empresa proveedora de insumos para florerías y viveros. Todo comenzó el 1.º de mayo de 1975, cuando, impulsado por la urgencia y las ganas de salir adelante, don Alberto (su padre) y su familia se embarcaron en la aventura de iniciar su propia empresa.
¿Cómo fueron aquellos primeros años?
Fueron tiempos duros, pero muy entusiastas. Se buscó trabajar con seriedad y esmero para crecer y mejorar constantemente. Fue fundamental estar siempre atentos al negocio y tener la capacidad de adaptarnos a nuevas circunstancias. A lo largo de estos años, nos enfrentamos a cambios políticos, económicos, crisis y, sobre todo, a las transformaciones en las costumbres y demandas de los clientes.
¿Qué tipo de productos ofrecían al comienzo?
Recuerdo que al principio no había tanta variedad. Se vendían copones de vidrio, copas estándar, papel crepé grueso de Volpini, canastos Luis XV de mimbre y alguna que otra cosa más. Era un panorama muy distinto al actual.
¿Cambios significativos del negocio con el paso del tiempo?
Hoy la oferta es mucho más amplia y dinámica. Todos los días tratamos de tener algo nuevo. Las redes sociales cambiaron completamente el juego: los clientes pueden ver al instante qué se usa en cualquier parte del mundo, y eso nos obliga a estar a la altura, abasteciéndolos con novedades permanentemente. Y nos encanta que sea así, porque nos mantiene alerta y en constante evolución.
¿Cómo fue el proceso de adaptación a las nuevas tecnologías y redes sociales?
Sabemos que ese no es nuestro fuerte. Siempre nos enfocamos más en la venta, los productos y los servicios, dejando un poco de lado la imagen y la comunicación. Uno de nuestros objetivos a corto plazo es mejorar toda el área de redes sociales y comunicación, además de modernizar un poco la imagen del negocio. Sabemos que hay mucho por explorar y crecer en ese aspecto.
¿Hubo alguna crisis o momento difícil en estos cincuenta años que marcó un antes y un después en la empresa?
Momentos difíciles hubo muchos. En este país no te aburrís nunca. Si tengo que responder rápidamente, te puedo hablar del Rodrigazo, la crisis del 2001, el segundo Gobierno de Menem, y el fallecimiento de mi viejo. Todos esos momentos fueron duros e implicaron hacer cambios, reaccionar rápido y poner el pecho.
Lo más reciente fue la pandemia. Solo pensar en ese año ya me duele el estómago. Tener el negocio absolutamente cerrado; no poder abrir las puertas, trabajar, vender, seguir cumpliendo con los compromisos, quemar ahorros… Todo fue una locura. Pasaban los días y seguíamos con incertidumbre y estrés. Se trabajaba a escondidas, siempre faltaba gente (porque se enfermaban o eran contacto estrecho); se atrasaban las reposiciones, etc. Sumado a todo esto, tuvimos que lamentar la perdida de mi tío, que trabajaba con nosotros.
¿Qué aprendizajes vitales les dejó esta larga trayectoria?
Siempre se está aprendiendo algo, pero creo que una de las cosas más importantes es confiar en uno mismo y en el equipo. Creer en las propias capacidades y saber que, si se trabaja duro y con esmero, se puede mejorar. También es fundamental tener un buen equipo y saber trabajar en conjunto, tanto el que formo con mi hijo (Ariel) como el que conformamos con todo el staff.
Otro aprendizaje fundamental es no quedarse quieto. Siempre hay que tener novedades. Contar con productos nuevos es importante, no solo por la mercadería en sí, sino por la imagen que proyectamos. Cuando un cliente o proveedor ve que todos los días hay algo novedoso -le guste o no-, observa a una empresa pujante, que quiere crecer.
Por último, el valor de la palabra. Hay que ser honestos y cumplir con lo que se dice. Que la gente confíe en mí hizo que, cuando necesité ayuda, muchas personas me tendieran una mano sin dudarlo.
¿Qué valores consideras que han sido primordiales para la permanencia de Casa Alberto durante cinco décadas?
Sin dudas, el compromiso, la honestidad y la vocación de servicio. También, la adaptabilidad. Estar siempre dispuestos a aprender, a escuchar y a mejorar.
¿Qué sueñan para Casa Alberto en los próximos diez o veinte años?
Queremos tener una empresa moderna y dinámica. Seguir ofreciendo primicias, que la gente hable de Casa Alberto como el lugar que tiene toda la variedad y todas las soluciones. También, nos gustaría expandirnos hacia otros rubros. Sabemos que hay mucho por hacer, y de a poco queremos ir creciendo en distintas direcciones.
Para terminar, si pudieran hablar con don Alberto hoy, ¿qué le dirían?
Esa pregunta me emociona muchísimo. Tengo su recuerdo muy presente (y eso que pasaron más de veinticinco años), y cada vez que hablo o me hablan de él, se me afloja todo. Le diría:
“Gracias, muchas gracias por ser mi ejemplo para seguir. Me enseñaste el verdadero valor del trabajo, la honestidad, el esmero, y me hiciste entender que no hay que olvidarse del pasado, pero que eso no debe frenar el avance. Fuiste un gigante, y trato de transmitirles eso a tus nietos. Lamentablemente, te fuiste muy pronto y te estás perdiendo de mucho. La verdad, no sé si alguna vez soñaste con este presente de Casa Alberto, pero nosotros estamos muy felices”.
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