Desde mi infancia, tuve contacto con el jardín y la huerta. Fui docente por algunos años y, cuando me trasladé a vivir en Buenos Aires (aproximadamente a los 36 años), encontré mi lugar en la Sociedad Argentina de Horticultura. Allí me formé, y mis excursiones al mercado de flores confirmaron que mi hobby se transformaría en oficio.
Mi primer trabajo fue encargado por una chef amiga. Era un almuerzo en la casa de una joyera, en el marco de una exposición de joyas etruscas que se realizaba en el Museo Nacional de Arte Decorativo. Cuando vi el comedor de mi clienta y me dio a elegir su mantelería, me temblaron las rodillas; me pasa hasta hoy frente a un gran desafío, pero la pasión y el amor al trabajo con flores me mantuvieron en pie.
Realicé un diseño con flores, frutas y verduras, en un enorme plato labrado peruano. El mantel elegido tenía un estampado de muchas hojas verdes, flores y frutas en los bordes, que subían hasta perderse hacia el centro, que quedaba en blanco absoluto: allí apoyé el enorme centro de mesa (alto, porque era cóctel y no mesa puesta). Quedó muy armónico, porque los elementos naturales acompañaron el estampado.
Luego empezaron a llegar algunos llamados para que realizara trabajos personalizados; pocos, pero me dieron tiempo para criar a mis hijos y adquirir más capacitación. Actualmente, también doy cursos.
María Rosa Fuentes Rossi (73), florista.
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