Intuición en la floricultura. Cómo mejorar las decisiones de cultivo
Qué es la intuición experta y por qué importa en la producción florícola. Por qué las fichas de cultivo no alcanzan en los viveros comerciales. Seis prácticas para entrenar la intuición del productor.
La floricultura moderna se basa en principios científicos y protocolos técnicos. Sin embargo, la toma de decisiones en entornos complejos no depende únicamente del razonamiento lógico, sino también de procesos intuitivos (1).
Lejos de considerarse un fenómeno místico, la intuición se entiende como una síntesis de experiencia, observación y sensibilidad hacia el entorno (2). En este contexto, la intuición experta adquiere relevancia: una habilidad que se desarrolla mediante práctica y aprendizaje acumulado, y permite respuestas rápidas y precisas en escenarios cambiantes (3). Comprender su papel es esencial para avanzar hacia prácticas sostenibles y adaptativas.
Qué es la intuición experta y por qué importa en la producción florícola
La intuición se define como una comprensión inmediata que no requiere análisis racional (4). En floricultura, esta capacidad se traduce en decisiones anticipadas, como por ejemplo, ajustar el riego o detectar signos de estrés vegetal antes de que existan indicadores cuantitativos. La literatura distingue entre intuición básica e intuición experta, esta última sustentada en el reconocimiento de patrones y conocimiento tácito adquirido con el tiempo (3, 5).
En sistemas florícolas, la intuición experta permite interpretar señales sutiles —como cambios en el color del sustrato o el vigor foliar— y anticipar ajustes oportunos, complementando la racionalidad técnica en entornos inciertos. Desde la perspectiva de la neurobiología vegetal, se ha propuesto que la percepción en torno a las plantas involucra mecanismos adaptativos basados en plasticidad fisiológica y memoria epigenética (6), lo que exige una observación constante y sensible por parte del cultivador (7).
Por qué las fichas de cultivo no alcanzan en los viveros
Las guías de cultivo ofrecen parámetros generales útiles, pero no contemplan la totalidad de variables presentes en sistemas florícolas reales. Algunos factores tales como microclima, humedad del sustrato, respuesta varietal y dinámica de plagas cambian continuamente y configuran entornos complejos y no lineales, que requieren ajustes dinámicos y una interpretación más allá de lo prescrito.
En este escenario, la intuición experta actúa como conocimiento tácito derivado de la experiencia acumulada y la percepción sensorial, y permite respuestas rápidas y situadas.
Esta capacidad integra información incompleta, reduce la dependencia de datos exactos y complementa la racionalidad técnica en condiciones de incertidumbre, como representan las variaciones climáticas, las fluctuaciones de mercado o la aparición de plagas emergentes.
El enfoque se vincula con propuestas orientadas a la toma de decisiones robustas (Robust Decision Making) frente al cambio climático, entendida como una técnica que busca soluciones adaptativas eficaces en múltiples escenarios inciertos, reforzando la necesidad de estrategias flexibles en horticultura (8). Además, promueve una relación más armónica entre el ser humano y la naturaleza, basada en principios de observación, respeto y adaptación. Lo dicho reduce la lógica extractiva y favorece la coevolución entre prácticas agrícolas y procesos ecosistémicos.
Seis prácticas para entrenar la intuición del productor florícola
El desarrollo de la intuición experta no ocurre de manera espontánea; requiere prácticas conscientes que fortalezcan la observación y la experiencia. Más que aprender técnicas, implica aprehender la lógica del sistema hortícola: interiorizar sus dinámicas, comprender sus interacciones y responder con sensibilidad y criterio en escenarios cambiantes.
Las siguientes claves, basadas en enfoques de aprendizaje experiencial, permiten afinar la percepción y mejorar la toma de decisiones:
– Observación consciente: Dedicar tiempo a observar las plantas sin intervenir, para captar detalles morfológicos y fisiológicos que indiquen cambios en su estado.
– Escucha del entorno: Interpretar señales del clima, suelo, fauna asociada y sonidos ambientales como parte del diagnóstico integral del sistema.
– Registro de experiencias: Documentar riegos, floraciones, enfermedades y cambios estacionales, con el objetivo de identificar patrones que revelen relaciones entre prácticas y respuestas de las plantas.
– Confianza en la percepción: Reconocer señales sutiles y actuar ante indicios tempranos de desequilibrio, incluso cuando no existan datos cuantitativos concluyentes.
– Vínculo sensorial y emocional: Interactuar con las plantas para afinar la sensibilidad y fortalecer la interpretación intuitiva de su comportamiento.
– Aprendizaje compartido: Intercambiar experiencias con otros cultivadores para ampliar perspectivas y enriquecer el conocimiento tácito (9).
* Caso aplicado: intuición y manejo de orquídeas
Las orquídeas presentan requerimientos específicos de luz, humedad y ventilación, pero su respuesta a condiciones microambientales exige ajustes que no siempre se encuentran en manuales.
Aquí, la interpretación intuitiva experta de señales fisiológicas como el color de las raíces y la turgencia foliar resulta clave. Aunque estos indicadores son objetivos, la decisión sobre cuándo intervenir depende de la capacidad del cultivador para integrar estas señales con factores ambientales y experiencias previas.
Algunos estudios sobre fisiología de orquídeas epífitas confirman que determinados cambios en el estado hídrico foliar y en la estructura radicular son respuestas adaptativas frente a variaciones ambientales (10, 11).
Esta práctica, sustentada en observación y sensibilidad, complementa el conocimiento técnico y permite ajustes precisos en escenarios en los cuales las condiciones varían y las guías generales no son suficientes.
Integrar ciencia, datos e intuición para una floricultura más rentable y sostenible
La intuición, entendida como un proceso de percepción no racional sustentado en experiencia y observación, constituye un recurso estratégico en la horticultura contemporánea.
Su integración en la toma de decisiones complementa la racionalidad técnica, aportando flexibilidad y capacidad adaptativa frente a la variabilidad inherente a los sistemas productivos.
Este enfoque no reemplaza los fundamentos científicos, sino que los amplía mediante la incorporación de conocimiento tácito y sensibilidad hacia el entorno. Dicha articulación no solo optimiza la gestión florícola, sino que contribuye a la construcción de modelos productivos más sostenibles y adaptativos, alineados con principios de diversidad y equilibrio ecológico.
Bibliografía
2) Galindo Almanza, S. (1997). La intuición en la investigación científica. Ciencias, 47, 58–61.
4) Domínguez Chávez, J. (2015). La intuición como parte de la actividad científica. UPT-Aragua.
Sobre el autor
Oscar J. Herrera







