Enfermedades en el césped

El césped es un componente importante del paisaje urbano y periurbano, como parte de jardines, campos deportivos y parques, entre otros. Los servicios ambientales que proporciona incluyen la estabilización física de suelos degradados al limitar su erosión y la disminución del escurrimiento de agua al aumentar la capacidad de infiltración. Se suman los aportes a la salud física y mental de las personas, por recreación, actividad deportiva y ocio.
Factores de estrés y aparición de enfermedades
Las especies que forman parte de un césped son susceptibles a condiciones de estrés, al igual que cualquier ser vivo. La tensión que provocan los factores ambientales en niveles no adecuados (desbalance de nutrientes, mala calidad del agua) impacta en la sanidad de las plantas, que se manifiesta como cambios en su crecimiento y coloración.
En campos deportivos, el uso de césped es un gran factor de estrés. Las plagas se suman a los problemas mencionados, aparecen en cualquier sistema, con mayor intensidad cuanto más estresada está la población vegetal. Pueden ser plantas espontáneas que compiten con las implantadas, animales que dañan por su masticación o succión y microrganismos que colonizan sus tejidos generando alteraciones diversas en el crecimiento y desarrollo.
En la larga historia del césped, cuyo primer registro de implantación en Europa data del siglo XIII, la primera observación de algo anormal fue a mediados de 1500. Entonces, se atribuyó a la ocurrencia de relámpagos la aparición de grandes círculos verdes con centro claro, conocidos como “anillos de hadas”.
Si bien el estudio de las enfermedades del césped en nuestro país no ha sido un tema de investigación muy desarrollado, sorprende la cantidad de reportes de fitopatógenos que afectan a las especies utilizadas.
La lista incluye patologías de agrostis (Agrostis stolonifera), grama bahiana (Axonopus compressus), pasto bermuda (Cynodon dactylon), oreja de ratón (Dichondra repens), festuca alta (Festuca arundinacea), raigrás anual (Lolium multiflorum), raigrás perenne (Lolium perenne), pasto bahía (Paspalum sp.), kikuyo (Pennisetum clandestinum), pasto de los prados (Poa pratensis), gramillón (Stenotaphrum secundatum) y trébol blanco (Trifolium repens).
Hay que considerar, también, que algunos géneros y algunas especies tienen otros usos, por ejemplo, aptitud forrajera. Por esto, en algunos casos, se han incrementado los estudios. A continuación, se resumen las principales enfermedades reportadas sobre agrostis y grama bahiana.

Tal como se observa en la tabla y el detalle posterior, las enfermedades parasitarias citadas sobre estas especies son de origen fúngico. Su control requiere la aplicación de fungicidas, que además del costo, implica un impacto en el ambiente.
En las enfermedades de los céspedes, como en otras especies, las patologías microbianas son el resultado de interacciones entre genotipos susceptibles, patógenos virulentos y medioambientes conductivos. Hay un estrés continuo por las condiciones físicas, mecánicas y químicas de su ambiente. Dicho estrés causa patologías, por sí mismo y por la debilidad de las plantas, que favorecen el ataque de plagas. Su minimización se traduce en un beneficio económico, porque las plantas se enferman menos y, además, restaurar el equilibrio cuesta esfuerzo, dinero y no siempre es exitoso.
- Cuidado con el thatch
Las interacciones microbianas en el ecosistema de los céspedes son complejas. El thatch –la capa orgánica que se forma entre las hojas verdes y el suelo–, componente normal de una carpeta en crecimiento activo, puede favorecer su resiliencia al tráfico intenso. Sin embargo, tiene un aspecto muy negativo, ya que es un reservorio microbiano. Allí se preservan patógenos capaces de infectar o reinfectar las plantas.
El diagnóstico de las enfermedades de los céspedes es dificultoso, a causa de la gran cantidad de microorganismos presentes en el thatch. Requiere de intenso trabajo y experiencia para determinar cuál (si es que hay uno) es el microorganismo causante de los síntomas.
Esta dificultad hace que se encuentren innumerable cantidad de reportes de hongos que han sido aislados de un césped. Pero no deben calificarse como patógenos hasta verificar su patogenicidad en estudios sobre plantas sanas.
Diagnóstico y manejo de las enfermedades
Frente a una situación de enfermedad, se debe analizar exhaustivamente el problema: describir los síntomas, su distribución y avance en el césped (en manchones o al azar), especies y cultivares afectados, condiciones ambientales prevalentes en el momento de aparición de la enfermedad y en los días previos, aplicación de agroquímicos, fertilizantes, etc., prácticas de manejo aplicadas y todos los datos que se consideren vinculados con el problema. Esta información facilitará el diagnóstico, que es el paso más importante que precede a la formulación de prácticas de manejo eficientes.
En general, la experiencia en el manejo de céspedes permite a los asesores identificar las principales enfermedades que se presentan y, por lo tanto, planificar estrategias de manejo. A pesar de ello, en muchas ocasiones, el diagnóstico exclusivamente visual puede llevar a presunciones erróneas y es necesario un diagnóstico más preciso. Este se realiza en laboratorio, donde se caracterizan los síntomas y se identifican los microorganismos asociados.
Referencias
1. Aparecen manchas en hojas. El césped presenta áreas que van de amarillasa castañas, del tamaño de una moneda de dólar norteamericano. Cuando la enfermedad se torna severa, los manchones se agrandan de forma irregular.
2. La desintegración de las raíces determina la marchitez de las plantas, con el consecuente desarrollo de áreas de color amarillo a castaño en el césped, dispuestas en círculos o formas irregulares.
3. Las hojas amarillean y mueren; se desarrolla una podredumbre seca en el cuello, las vainas y los estolones.
4. Se desarrollan manchas de color castaño en las láminas foliares; son redondas u ovaladas, con márgenes oscuros. Las hojas se van volviendo cloróticas y mueren.
5. Las hojas se secan desde el ápice hacia abajo. En los estolones y vainas aparecen áreas zonas de color pardo con podredumbre seca.
6. Las espigas se desintegran completamente y se forma una masa pulverulenta de esporas oscuras que es fácilmente diseminada por las corrientes de aire.
7. Se desintegran raicillas y raíces. El césped presenta manchones amarillentos.
Bibliografía
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Smiley RW, Demoeden PH, Clarke BB. 1996. Compendium of turfgrass diseases. APS Press, St. Paul. 98 pp.
Sobre el autor

Marta C. Rivera
Ingeniera agrónoma. Doctora en Ciencias Biológicas.
Consultora privada. Matrícula CPIA 13715

Eduardo Roberto Wright
Ingeniero agrónomo. Doctor en Ciencias Biológicas. Profesor Consulto UBA. Coordinador de la Cátedra de Soberanía Alimentaria FAUBA. Gerente de Airu Recursos Biológicos.
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