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Gabriela Kricorian

Todo se inició hace quince años, cuando concurrí a la consulta de una terapista ocupacional. Habían pasado unos años desde que me operaron la muñeca derecha -tuve varios yesos y recaídas-, y, aunque el problema no era muy grave, me complicaba un poco por el hecho de ser diestra.

Ante la pregunta de la profesional en torno a qué hacía en mi tiempo libre, mi respuesta no se hizo esperar: “Hago mi jardín, la huerta… Siembro, riego y cosecho las mismas semillas que cultivábamos con mi abuela cuando era chica”. La respuesta de la terapista también fue inmediata: “Hacelo un poco más”.

Resultó que tenía que fortalecer la musculatura gruesa de los brazos y la espalda, ¿vieron cuándo dicen que la jardinería es un buen ejercicio?

Fue así que esa primavera no solamente hice mi jardín, sino también, el de una amiga y el de una amiga de mi amiga, y luego el de una vecina de esa amiga. Y como a mí me gustan las plantas de las abuelas (y a mis amigas también), esas que no se consiguen en los viveros, comencé a preparar plantines para llevar a otros jardines.

Y así todo fue creciendo; ahora dicto clases sobre huerta y jardinería, y tengo un vivero (Vivero Flor de Pasto, en Lago Puelo, Chubut) con más de doscientas herbáceas perennes, anuales y bianuales, ejemplares silvestres y nativos.

Eso sí: mi espalda está muy bien.

Gabriela Kricorian (41)
gabikricorian@yahoo.com.ar