Mi primer trabajo fue el de maestra, y no he dejado nunca de ser “Maestra de Grado”, el primer escalón de la docencia, el más directo, el de contacto permanente con los chicos, tal vez el menos prestigioso, y también el más satirizado y desprestigiado, y posiblemente haya, desgraciadamente, razones para que así sea.
Pero aunque soy bastante dispersa y “me gusta todo”, el amor a las plantas ha estado presente siempre en mi familia. Mi padre tenía un pequeño vivero en Lincoln, ciudad donde nací, y en la quinta donde nació mi madre, en Mercedes (Buenos Aires), todavía hay plantas únicas, y una rosa banksiana (rosa “mosqueta”), formando un gran “parral”, que había plantado mi abuela en 1906.
Mi llegada al periodismo fue fortuita, nunca se lo pedí a nadie, pero un día, ya jubilada como Directora de Escuela, mandé a La Nación unos cuentos para chicos que se me habían ocurrido, y, para mi sorpresa, fueron publicados. |