Conoce cómo llevar adelante este proceso biooxidativo que permite no solo obtener abono para las plantas del jardín o cultivo, sino también, mejorar la gestión de residuos. Por Héctor Svartz*
El compost se obtiene mediante el proceso de compostaje. Los productos susceptibles de este procedimiento derivan de diversos subproductos (producción agrícola y ganadera, poda urbana, subproductos forestales, subproductos industriales). Se pueden usar los que provienen de origen industrial (corteza de pino de la industria del papel), poda urbana (subproducto de la poda municipal), subproducto ganadero (cama de estiércol de studs y de feet-loot), etc.
Es un proceso biooxidativo, en el que intervienen numerosos y variados microorganismos, en diversos escenarios. Estos se conocen como etapas, denominadas fases. Reconocemos dos fases distintas: fase de descomposición y fase de maduración.
Este proceso implica previamente una etapa mesófila, en la que se produce la colonización del material a compostar por parte de los microorganismos. Es importante considerar el tamaño del material, observando que el grado de degradabilidad aumenta cuando el tamaño es menor (como máximo hasta 2 - 4 cm).
Otro aspecto importante es la proporción de sustancias biodegradables y sustancias biorresistentes que contiene el material a compostar. Este comportamiento depende de las estructuras químicas, percibiendo, en líneas generales, que las partes blandas son más fáciles de descomponer que aquellas partes de las plantas que son duras o rígidas, de protección o de sostén, que son difíciles de descomponer.
Otro indicador químico es la relación de carbono orgánico (C) total y nitrógeno orgánico (N) total. Si los subproductos presentan alta relación C/N, la descomposición es lenta, debido a que las bacterias tienen la energía suficiente para poder hacer las transformaciones, pero les falta nitrógeno, la materia prima para construir sus enzimas.
Es requisito fundamental que, al construir las pilas, los subproductos utilizados estén balanceados respecto a esta relación, optimizando así el proceso. (Por ejemplo, si se observa el porcentaje de biodegradabilidad de los principales componentes orgánicos de los sustratos -Haug, 1993-, encontramos: celulosas 70 %, hemicelulosas 70 %, otros azúcares 70 %, ligninas 0 %, lípidos 50 % y proteínas 50 %).
En la medida en que los microorganismos descomponen el material, desprenden calor, dando lugar a la etapa termofílica. La temperatura aumenta y puede llegar a los 65 - 70 °C. Los microorganismos presentes soportan altas temperaturas, a la vez que desaparecen otras formas que no toleran ese escenario. En esta etapa, se produce un proceso semejante a la pasteurización, en el que se mueren las semillas de plantas indeseables y otros microorganismos perjudiciales. Algunas formas vivas, en esas condiciones, adquieren estados de resistencia, hasta que, en momentos en los que baja la temperatura, se activan nuevamente.
Como resultado de reacción de ese proceso se producen dióxido de carbono, agua y minerales, y se gana la proporción de materia orgánica estabilizada. La actividad de los microorganismos intervinientes en el proceso es máxima, como consecuencia de tener disponible gran cantidad de compuestos fácilmente biodegradables, procedentes de los materiales de partida. Durante toda esta fase, el principal proceso que se da es el de la mineralización de la fracción orgánica y la ganancia relativa de sustancias biorresistentes.
Producto de estos cambios, se logra un material estabilizado, poroso, con una proporción de humedad y aire, que es aconsejable para un buen crecimiento de las plantas. El contenido de sales solubles aumenta como consecuencia de la pérdida del sustrato que las contenía por mineralización. Esto explica el aumento del valor de pH final de un material ya compostado, respecto al valor de pH original de los subproductos.
La humedad que se aporta a las pilas es fundamental para que los microorganismos puedan procesar el material, y es importante también como medio de transporte a fin de ponerlos en contacto con el material a degradar.
La disminución del contenido en oxígeno puede frenar el proceso de degradación estimulando la multiplicación de poblaciones de microorganismos anaerobios, siendo determinante en un proceso inadecuado de compostaje que da paso a procesos fermentativos, con una degradación incompleta de los subproductos y el desprendimiento de olores desagradables (especies químicas del tipo del ácido sulfhídrico, metano, ácidos orgánicos de bajo peso molecular con oxidación incompleta, etc.).
Ante esta situación, se debe tener el cuidado de voltear las pilas de material periódicamente para garantizar no solo el abastecimiento de oxígeno, sino además, poner en contacto los núcleos microbianos con fracciones poco descompuestas y proseguir el proceso. Se alcanza el punto final de la etapa de descomposición cuando se observan pocas variaciones de las temperaturas y aumento de la homogeneidad en el color y la textura del material de la pila.
Resultados
Se puede resumir una serie de cambios entre la composición de los subproductos y el material ya compostado:
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Reducción de humedad y materia orgánica biodegradable.
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Varían los contenidos de nitrógenos en sus formas nitratadas y amoniacales, aumentan y disminuyen, respectivamente.
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Aumentan los compuestos orgánicos resistentes y se incrementan los componentes minerales.
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Hay cambios en la asimilabilidad de nutrientes.
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Se eleva el pH, la conductividad eléctrica, densidad aparente y densidad real.
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Varían los contenidos de vacíos dependiendo del tipo de materiales, tamaño de los residuos, duración del proceso (degradación-maduración). En consecuencia, se modifican las características físicas: capacidad de aire, contenido de las diversas fracciones de agua. Estas características hacen de los compost un inmejorable sistema poroso para el crecimiento de las plantas, que puede ser usado, solo o combinado, en los jardines y en la producción de plantas en contenedores.
Bibliografía
Moreno Casco, Joaquín y Herrero Raúl Moral; 2007. Compostaje. Ediciones Mundiprensa. ISBN: 978-84-8476-346-8. (549 páginas).
Saéz, J. Narciso Pastor; 1998. Tecnología de sustratos: Aplicación a la producción viverística ornamental, hortícola y forestal. Ediciones de la Universidad de Lleida. ISBN 84 – 8409 – 987 – 3. (193 páginas).
Stofella, Peter J. y Brian A. Kahn; 2004. Utilización de Compost en los Sistemas de Cultivo Hortícola. Ediciones Mundiprensa. ISBN: 84-8476-186-X (397 páginas).
* Ing. Agr. M. Sc. Héctor A. Svartz, profesor asociado y a cargo de la Cátedra de Jardinería de la Facultad de Agronomía de la UBA.